sábado, 4 de noviembre de 2017

ABANDONADOS

Llama mi atención una columna de libros que en perfecto equilibrio yace junto a contenedores de basura. En realidad lo que me llama la atención en sí no es el hecho de toparme con unos libros abandonados en la calle –algo lamentablemente más habitual de lo que pensamos- sino que entre el desorden que observo al pie de esos contendores, donde parecen apilarse más objetos fuera que dentro de ellos - bolsas con desperdicios, cartones o restos de muebles destrozados- estos libros parezcan fuera de lugar, tan ordenados entre el caos y la suciedad. Pese a que el contenedor azul de papel está a apenas medio metro de ellos, intuyo que su propietario  ha preferido darles una  oportunidad,  y quizás llevado por un remordimiento de última hora, haya dedicado unos instantes en levantar esa columna tan pulcra y ordenada, para atraer quizás a algún transeúnte. Me acerco. No son libros valiosos por su antigüedad o bellas encuadernaciones: apenas diez volúmenes en ediciones baratas de autores tan dispares  –alcanzo a leer en sus lomos- como Lindsey Davis, Mankell, Michael Crichton o Roa Bastos, entre otros. Su interés es el contenido y sin duda pueden dar momentos de variadas emociones al que los rescate. Esta escena me trae a la memoria, aquella otra que aconteció en nuestra ciudad años atrás, cuando un ciudadano ejemplar rescató a los pies de otro contenedor de basura un ejemplar de “Mystica Ciudad de Dios”, un impreso del siglo XVIII que depositó en la Biblioteca Municipal donde aún se conserva. Pero como digo, estos libros no son raros ni valiosos materialmente salvo por el tesoro que son sus historias, y pese a ello  nadie los profana, ni rompe el perfecto equilibrio de esa columna de papel, aún cuando son numerosos los transeúntes que pasan ante ellos. La escena sin duda tiene algo de reverencial, de respeto ante esos modestos libros, y por tanto hacia lo que representan. Tengo la tentación de recogerlos, pero un impulso me hace seguir  mi camino convencido –o quiero convencerme de ello- de que esos ejemplares siguen ahí, brillando entre el desorden y los objetos inservibles, porque el destino les reserva unos lectores desconocidos que  finalmente aparecerán. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

No hay comentarios: