viernes, 29 de septiembre de 2017

NOSTALGIA

A veces es inevitable volver la vista atrás, aunque ello sea a riesgo de vernos inundados de nostalgia. No me gusta demasiado esa sensación por su poder adormecedor y paralizante, y que nos deja indefensos cuando nos asalta. No hace mucho me entretenía revisando libros depositados en una vieja librería y que tenía desde hacía mucho tiempo olvidados. Entre ellos captó especialmente mi atención ‘El hijo del Cielo. Crónicas de los días soberanos’ de Víctor Segalen. No es que los avatares del penúltimo emperador de China, Kuang-Siu, que es de lo que trata el mencionado libro me interesaran sobremanera y ahora, con aquel reencuentro, me volvieran los gratos recuerdos de su ya lejana lectura. No, nada de eso, pero en cambio tras aquella edición (Seix Barral, 1983) sí que se agazapaban unos recuerdos que rápidamente me asaltaron, personalizándose en la figura de D. Antonio Olmedo que fue el que me lo regaló hacía ya algunos años. Olmedo, gran bibliófilo, poseedor por entonces de una más que notable biblioteca tanto por su número como por las piezas conservadas en ella, formaba parte de un pequeño pero selecto grupo de relevantes personajes de la cultura local que periódicamente me visitaban en mi despacho de la Biblioteca Municipal, bien para solicitarme información de los fondos allí depositados, y que por uno u otro motivo necesitaban, bien para  investigaciones  en curso o por el ansia de ilustración permanente que en todos alentaba.  Junto a Olmedo, Eduardo Pereiras, gran fotógrafo e incansable investigador de la historia de la fotografía local y Juan de la Plata, referencia imprescindible  en el mundo del flamenco, son los que más huella dejaron en mí y durante años me enriquecieron con cada una de sus visitas. Grandes conversadores a través de sus conocimientos y experiencias me permitieron entrar en un mundo ya desaparecido por entonces, un Jerez del que ellos fueron protagonistas desde distintos ámbitos de la cultura. Entrañables personajes que espero el tiempo no borre su huella en la ciudad, pero sobre todo añorados amigos que en un fogonazo de nostalgia me volvieron a visitar. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO 

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