En
la literatura como en la vida, encontramos asuntos que nos pueden parecer a
primera vista anecdóticos, aunque luego, si les prestamos algo más de atención
tienen más trascendencia de la que en un principio pudiéramos haber pensado. Uno
de esos temas “anecdóticos” que siempre han ejercido sobre mí una especial
fascinación, ha sido la de esas creaciones, esos libros nunca publicados y en
los que sus autores han invertido tiempo,
incluso dinero para que nunca lleguen
finalmente al lector. Podríamos pensar que la lógica reacción de un creador
ante una obra que no le satisface, y que no sabe o no puede enderezar, sea la
de deshacerse sin excesivos remordimientos de ella y pasar a otra cosa.
Realmente esto último es lo que suele suceder. Pero, a veces, por alguna razón desconocida algunas de esas
creaciones sobreviven al deseo de su creador, y sin saber porqué este las esconde y trata de olvidar, pero curiosamente no las
destruye. ¿Por qué? Misterio. Hace unos meses Sergio del Molino publicaba un curioso
y ameno artículo hablando sobre esos libros abandonados –voluntariamente o por
olvido- en los hoteles, o aquellos miles de manuscritos que no han sido
aceptados por la editoriales y duermen para siempre el sueño de los justos y
nunca llegarán al lector. Pero de alguna manera u otra esos libros a los que se
refiere Molino no han sido de ninguna manera repudiados por sus autores, en
todo caso por lectores o editoriales. De
estos que yo les hablo sí son auténticos libros repudiados, ya que lo son por
su propio creador. Cuando salta de vez en cuando en los medios la noticia de la
aparición de un desconocido manuscrito de un admirado escritor o escritora que
dejaron las preocupaciones terrenales hace tiempo, me pregunto si no serán esas
páginas inéditas una de esas creaciones repudiadas a las que la sola posibilidad de que se
puedan editar, hará revolver incómodos a
sus autores allá donde quieran que estén. RAMON
CLAVIJO PROVENCIO
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