sábado, 7 de noviembre de 2015

APARICIONES

Los libros van pasando ante nuestros ojos de manera vertiginosa, y como en un juego de magia aparecen y desaparecen sin cesar. Nos quedamos sin aliento, incapaces de seguir el ritmo y sospechando  que en el carrusel diabólico al que nos somete la industria editorial se nos  van escapando historias excepcionales aunque -nos consolamos-  también muchas que no merecen un minuto de atención por parte de un lector avezado.  Pero el destino de la mayoría de los libros es trágico, y es que entre el nacimiento oficial y el olvido el tránsito es  fugaz  pues todos están finalmente condenados. Ya nos lo recordaba Felipe Benítez Reyes en aquellos versos: Todos los libros llevan un estigma de olvido. Hay una voz en ellos /Que enmudece y declina. En otro libro,   el recientemente fallecido Henning Mankell escribe: “Nadie quiere que le olviden. Pero a casi todos nos olvidan. ¿A cuántos escritores recordamos y seguimos leyendo hoy día? Y no estoy pensando únicamente en los que escribieron hace cientos de años, sino también en aquellos que leíamos y sacábamos de las bibliotecas y que murieron hace veinte o treinta años” (Arenas movedizas. Tusquets). Hay sin embargo otros libros cuya salida de escena es de lo más truculenta. Conocemos de su existencia pero no de sus bondades y miserias. Entre ellos estarían multitud de libros desaparecidos por la acción destructora del propio hombre, o por hechos fortuitos y desgraciados. Los historiadores han rescatado muchos títulos de autores conocidos y desconocidos, de los que solo conocemos eso, sus títulos, pero no su contenido lo que ha excitado la imaginación de muchos escritores que han elucubrado con ello. ¿Qué habrá sido de aquel manuscrito extraviado por un joven Poe en uno de sus viajes a Baltimore, y del que se nos da cuenta en el muy documentado libro de Georges Walter (Poe. Anaya)? Algunos de estos libros que se creían definitivamente perdidos, como en otro número de magia, aparecen cuando menos lo esperamos. Sucedió con historias perdidas de  Mark Twain, Julio Verne, o Aldous Huxley, entre otros muchos. Casi siempre estas apariciones son funestas,  pues más que obras desaparecidas o perdidas eran  historias con las que su autor nunca se sintió satisfecho y prefirió esconderlas y  olvidarlas.  Por todo ello hay expectación en los círculos literarios de nuestro país por la inminente aparición de  “Los Caprichos de la Suerte”, la novela de Pío Baroja que completaría la trilogía de “Las Saturnales” dedicada a la Guerra Civil. Veremos si la espera de más de medio siglo en que el manuscrito permaneció oculto en la casa familiar de Vera de Bidasoa (Navarra) y el entusiasmo del admirado José Carlos Mainer sobre el libro, se ve corroborado por los lectores. Aguardamos expectantes. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO  

No hay comentarios: