sábado, 10 de octubre de 2015

COMPROMISO

“Quienes tienen la generosidad de interesarse por mi trabajo o son contrarios a él han planteado con frecuencia la misma cuestión. Después de leer mis libros, durante un seminario o al término de una conferencia, ya con vacilante cortesía, ya en tono de reproche: “¿Cuáles son sus ideas políticas? En todos sus escritos sobre historia y cultura, sobre educación y barbarie, ¿por qué no hay ninguna franca declaración de su ideología política?...”, esta cita (perdóneme el lector su extensión) es el inicio del ensayo titulado “Petición de principio” incluido en el volumen Los libros que nunca he escrito de George Steiner. El célebre pensador no tiene otra justificación a su aislamiento de la res publica que su contrario: su obsesión por resguardar su privacidad. No deja de ser un tanto lamentable que sigamos exigiendo ya sea a personajes públicos, ya incluso a un recién conocido su posición ante cualquier acontecimiento, ideología o afición, y así vamos catalogando a las personas y, lo que es peor, las rechazamos o nos atraen por el equipo de fútbol del que es aficionado (seguro que más de un lector se niega a leer a un escritor por ser aficionado del Madrid o del Barcelona), por sus ideas políticas o por defender una causa social con la que no estamos de acuerdo o que defendemos con la misma pasión. Esa exigencia de tomar partido la sufrió en tiempos más convulsos y peligrosos para su propia integridad física el propio Erasmo de Rotterdam, a quien continuamente primero en su estancia en Lovaina y posteriormente en Basilea, le insistían en que se declarase a favor o en contra de Lutero. La presión sufrida por el gran humanista nada tenía que ver con un natural tan pacífico que rayaba en la pusilanimidad de carácter. “Concordia, paz, sentido del deber y benevolencia eran valorados en sumo grado por Erasmo” nos dice Huizinga en la excelente  biografía del roterodamés, virtudes que precisamente no compartía el vehemente reformista alemán, hasta el punto de que Erasmo se vio obligado a negarlo en numerosos escritos: “no conozco a Lutero”. A Steiner, a Erasmo y a tantos otros intelectuales  en un momento de sus vidas se les ha exigido que tomen partido, que declaren sus ideas políticas o religiosas, cuando todos sus escritos son una enorme manifestación de su compromiso personal con el ser humano, con sus virtudes y con sus defectos, el compromiso del hombre con su tiempo y con la historia, porque no hay mayor dignidad de un pensador que poner al servicio, declararles a sus lectores los ideales humanos por los que debemos luchar, al margen de ideas o aficiones. Ese es el verdadero y sincero valor de humanistas como Erasmo, como Steiner. Poner una firma en un manifiesto, afiliarse a un partido político, declararse de izquierdas o de derechas no es más que un gesto para una galería ansiosa por catalogar. José López Romero.


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