sábado, 17 de octubre de 2015

AQUELLAS BIBLIOTECAS DE JARDINES

No hace mucho leía una noticia en un periódico de tirada nacional, donde se denunciaba el deterioro de unos jardines públicos, pulmón verde de una importante ciudad española donde los niños y mayores,  se escribía , ya no jugaban o leían entres sus alcornoques o jacarandas, pues se iban imperceptiblemente,  años tras año, convirtiendo en la viva imagen del abandono  o, aún peor, de  la desidia cuando se levantaban mercadillos infames aderezados con  la música a todo volumen para ambientar cualquier fiesta de barrio. No hace falta señalar la ciudad. A todos nos suena mucho lo que denuncian esas líneas, ya que en mayor o en menor grado  se describe una epidemia que se extiende por las ciudades españolas.  En la misma nota informativa se mencionaba muy de pasada, o mejor se recordaba, cómo en tiempos pasados no era infrecuente encontrar en los parques y ciudades una pequeña biblioteca pública, más bien un kiosco, donde los paseantes podían hacer un alto en el camino, y leer la prensa o iniciar la lectura de un libro (aún se conservan algunos, como el de la imagen situado en el Retiro de Madrid). El sosiego, la quietud, que se le presuponía a estos entornos naturales hasta hace bien poco, los hacía lugar adecuado para la lectura. En Jerez, como en otras muchas poblaciones, a finales del siglo XIX y sobre todo durante el primer tercio del siglo XX, se crearon las bibliotecas de parques y jardines. La primera la de la Alameda Vieja, a la que siguió la del Retiro. Incluso el reputado arquitecto jerezano Rafael Esteve padre del que luego sería el bibliotecario y arqueólogo municipal Manuel, diseñó en 1932 el boceto de lo que se pretendía fuera el modelo normalizado de kiosco biblioteca para estas zonas verdes de la ciudad. El ambiente que  se respiraba en estos lugares lo podemos palpar más de ochenta años después, en el documental que produjera el Ateneo de Jerez a finales de los años veinte del siglo pasado, afortunadamente recuperado y  restaurado en formato digital,  y donde se observa durante unos segundos al vigilante del Retiro facilitando unos libros a unos paseantes. ¿Qué libros albergaban estas pequeñas bibliotecas? Nada de sesudos tratados de las más diversas disciplinas, y sí novelas de aventuras, cuentos infantiles u obras clásicas en ediciones populares. Se trataba de  tentar  a los paseantes para que destinaran algo de ese tiempo que disponían  a la lectura; quietud, silencio y tiempo, los tres pilares en que descansaba la lectura hasta no hace tantos años. En Jerez lamentablemente aquellas bibliotecas de jardines hace tiempo que desaparecieron - languidecieron en la posguerra para cerrarse definitivamente en los años cincuenta- pero se conservan sus libros que actualmente forman parte de los fondos patrimoniales bibliográficos de la actual Biblioteca Municipal Central. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO 

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