viernes, 19 de junio de 2015

MAGISTRI

Hace ya un tiempo en esta misma página comentaba la huella imborrable que los buenos maestros y profesores habían dejado en el escritor D. Pennac y que este recordaba en su libro Mal de escuela. Desde hace ya varios años muchos de estos buenos docentes aprovechan la posibilidad de jubilarse y abandonan nuestras aulas, testigos de tanto esfuerzo, dedicación, saber y cariño que los buenos alumnos saben agradecer, una pérdida de recursos humanos de prestigio que no nos podemos permitir, pero en la educación de este país, de nuestra comunidad está visto que lejos de mejorar las condiciones de trabajo, el profesor solo piensa en huir de una labor que nunca, y en estos últimos tiempos menos, ha sido reconocida. En este curso en nuestro I.E.S. P. L. Coloma se jubilan compañeros a los que considero grandes amigos,  porque con ellos he compartido no solo el trabajo, sino inquietudes, aficiones y con algunos de ellos muchos libros: Mariela, Toñi, Sebastián, el páter Julián (toda una institución en el Coloma), Justo que ha compartido los sinsabores de la Dirección del Coloma, pues ha sido el Vicedirector durante los seis años que llevamos en estos menesteres y ha proyectado sobre el cargo la misma dedicación, la misma vocación docente que en su faceta de profesor. Y cuando uno echa la vista atrás, se da cuenta de todo el bagaje personal que ha ido acumulando bajo la influencia de grandes docentes, en los que uno modestamente ha querido reflejarse, y un excelente ejemplo es mi amigo Juan José Cienfuegos, con el que tengo la deuda impagable de su amistad leal desde aquellos maravillosos años en el I.E.S. Asta Regia, y de tener el privilegio de haber compartido con él los 24 años que llevamos en el Coloma, casi toda la vida profesional. Él me ha transmitido su afición por las nuevas tecnologías, con la misma pasión con que hemos querido a Erasmo de Rotterdam, a los grandes clásicos grecolatinos, su especialidad, o a sus queridos gallegos, Cunqueiro y Torrente Ballester, o la novela inglesa de humor, de la que hablábamos hace solo unos días. Se van los compañeros, notamos su ausencia, pero se van los amigos y el corazón del Coloma se queda un poco más vacío. Vale, magister. José López Romero.



EL LIRA. CINCO AÑOS DESPUÉS

Otoño de 1977 en La Salle-Buen Pastor. Se abre la puerta de la clase, 6º de EGB, y aparece una figura que ronda los cuarenta años y el uno ochenta de estatura. Sin mirar a nadie, se sienta. Nosotros sabíamos quién era, (había entrado en el Centro en 1958), pero lo que no imaginábamos era cómo se iba a presentar: “Yo soy el Lira, el profesor con más guasa de todo el colegio”. El Luque, arrimándose, le espeta: “pero... Hermano, nosotros aún no lo conocemos...”.  Sin inmutarse, y haciendo caso omiso al fraternal apelativo que tanto detestaba, responde: “Para eso se tiene la fama, niño”. El Lira en estado puro. En aquel tiempo ignorábamos a quién teníamos enfrente: profesor, dibujante, cartelista, fotógrafo, pintor, decorador, bibliófilo... Ya hablamos aquí, el 1 de marzo de 2013, del “Legado Fernández Lira”, hoy de titularidad municipal. Una buena herencia. Aunque en su mayoría de carácter bibliográfico, la pasión por la fotografía de José Ramón fue acrecentando su fondo gráfico hasta completar la cifra de 77.000 diapositivas. Resultado de la mirada inquieta y la curiosidad artística del autor, la variedad temática de las filminas es inagotable. Mucho tema artístico, obviamente, que para eso era lo suyo, pero las instantáneas son también un magnífico cuadro de costumbres. De Jerez, casi todo: arquitectura civil y religiosa, calles, plazas y jardines, Semana Santa, Feria, cabalgata de Reyes... Pero también retrataba el ambiente, queriendo captar un instante de la ciudad en la gente que espera en una tienda de churros o en los niños que corretean a sus madres en la plaza del Arenal. Son las cajas tituladas “Churrerías” o “Chaveas”, curiosas imágenes recogidas por la cámara de un buen registrador de la realidad. Pero desde el punto de vista local la mayor parte de las imágenes están dedicadas a las cofradías penitenciales de la Semana Santa jerezana. Es difícil no recordar su espigada figura delante de un paso o esperando una salida procesional, como en la fotografía que ilustra el artículo. Si quieren conocer hasta el último detalle de una hermandad jerezana, desde el grabado que adorna el incensario hasta las zapatillas que gasta el “patero” del paso de Cristo, la visita de esta colección es ineludible. De fuera de Jerez también hay mucho. El Lira viajaba, y su cámara era otro miembro más de su cuerpo. Fruto de esa íntima unión fueron naciendo las cajas “Granada”, “Sevilla”, “Málaga” o “Madrid”, y de fuera de España las dedicadas a Pompeya, Florencia o Siena. Cinco años hará de su muerte el 19 de julio, y aún tenemos pendiente acomodar su Legado, que duerme embalado en un depósito externo a la Red de Bibliotecas. Las diapositivas, sin embargo, las custodiamos aquí, en nuestra Central, por si algún día sobrara algún eurillo entre tanto desperdicio de dinero público que nos permitiera la digitalización de tan valioso material.

NATALIO BENITEZ  RAGEL.

sábado, 6 de junio de 2015

¿QUÉ FUE DE LA CULTURA?

Cerraba Arturo Pérez Reverte en Cádiz la gira de presentación de su último libro Hombres buenos, y no defraudó. En esta ocasión lo hacía acompañado por Óscar Lobato y a pesar de mi admiración por este último escritor, algunos recordábamos con nostalgia a la otra pareja de Reverte en presentaciones pasadas, el trágicamente desaparecido Rafael de Cózar. Decía Arturo que “la salvación será la cultura o no será”, y es ese el discurso que subyace en el libro que presentaba y donde se refleja con nitidez, realismo y amenidad los hechos que llevaron a dos académicos de la Real Academia Española de la Lengua a París en el siglo XVIII, para adquirir para la docta institución la Encyclopédie. Desde entonces se ha ido dibujando en nuestro país la pugna entre el oscurantismo cultural y la cada vez más imperiosa necesidad de que la libertad cultural llegue a todos. Comparto la conclusión final de Arturo Pérez Reverte, su diagnostico, sobre que poco tiene que hacer un país si la cultura es la gran olvidada, como tantas veces a lo largo de la historia ha sucedido en el nuestro. ¿Será porque pocos tienen claro lo que hay debajo de la palabra cultura? Lo cierto es que desde hace unos años esa moda que creíamos pasajera de considerar cultura cualquier cosa - y si mueve a las masas, mejor que mejor- se ha desvelado funesta. Hoy aquella moda ya no es moda sino que lo  impregna todo, confundiendo a propios y extraños y haciendo que la sentencia del autor de Hombres buenos esté más cargada de pesimismo de lo que en principio podría parecer. La degradación de los servicios culturales públicos  en beneficio de fuegos artificiales temporales es algo evidente, y esto debería provocar una reflexión sobre el concepto de cultura, sobre  dónde deben estar las prioridades culturales de este país, de esta ciudad. A la evidencia algunos y algunas responden con indiferencia   y  parecen no enterarse de nada, mientras el tiempo corre irremisiblemente. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO


LA PERINOLA

Peonza pequeña que baila cuando se hace girar rápidamente con dos dedos un manguillo que tiene en la parte superior. El cuerpo de este juguete es a veces un prisma de cuatro caras marcadas con letras y sirve entonces para jugar a interés”; así define el DRAE este vocablo. Pero no nos interesa por su significado, sino porque con este término tituló don Francisco de Quevedo “la que es sin duda la más eficaz, divertida, original y maligna de cuantas sátiras literarias se han escrito en español. Así lo sintieron sus coetáneos, y así lo prueba la abundancia de manuscritos que la reproducen” (Jesús M. Morata, editor de la sátira). En efecto; hasta medio centenar de manuscritos se cuentan de esta “Perinola” que, según Jauralde Pou (que la incluyó en su edición de las “Obras festivas”. Editorial Castalia), cierra el número de obras satíricas compuestas por don Francisco, entre las que podemos destacar “El Chitón de las Tarabillas” o la feroz “Execración contra judíos” o, más cercanas a la “Perinola” por el tema que tratan, “La Culta Latiniparla” o el “Libro de todas las cosas”. El motivo o blanco de la sátira quevediana fue la publicación de la miscelánea titulada “Para todos” del dramaturgo Juan Pérez de Montalbán, al que el célebre poeta madrileño ya le tenía cierta ojeriza no solo porque su padre, librero de profesión (“sastre de libros y encolador y zapatero de volúmenes” lo llama Quevedo), había tenido ciertos problemas con las obras de don Francisco, sino también porque Montalbán hijo era discípulo confeso de Lope de Vega, motivos a los que hay que añadir la figura del predicador fray Diego Niseno, tan estrecho amigo de la familia Montalbán como enemigo de Quevedo, al que le negó la aprobación en 1629 de su obra “Juguetes de la niñez”. Y si la dedicatoria de la “Perinola” ya nos pone en situación (“Al doctor Juan Pérez de Montabanco, graduado no se sabe dónde, en qué, ni se sabe ni él lo sabe”), los inicios no son menos hirientes: “una dueña… con una voz sin huesos y unas palabras mamadas a tabletazos de las encías, dijo: “Si es para todos, será la muerte”. Sin embargo, detrás de la crítica a un género, el de las misceláneas u oficinas, tan de moda en la época desde el siglo XVI, esconde Quevedo “el menosprecio por un estamento de oficiales al que no se considera digno de acceder al ejercicio de las letras” (Pedro Ruiz Pérez). Un concepto elitista de la literatura propio de un escritor como Quevedo, tan orgulloso de la clase social a la que pertenecía. Sin embargo y como suele suceder en estos casos, la “Perinola” tuvo el efecto contrario al pretendido por don Francisco, lejos de convertir el “Para todos” de Pérez de Montalbán en un fracaso, el libelo no hizo más que acrecentar la curiosidad de los lectores de aquella primera mitad del siglo XVII y fue todo un éxito editorial, reimpreso y traducido numerosas veces. ¡Cuántas veces habrá pasado lo mismo! José López Romero.