domingo, 22 de febrero de 2015

APUNTES DE VIAJE

Entre 1880 y 1923 se publicaba “Madrid cómico: periódico festivo ilustrado”, que dirigió Isidro Sinesio Delgado García desde el 83 hasta el 97. Dramaturgo poco conocido, con una buena dosis de gusto artístico y un entusiasmo poco común al decir de sus propios enemigos, a él se debe la creación de la Sociedad de Autores Españoles en 1895, germen de la actual SGAE. Por el periódico referido, de marcado cariz satírico, desfilaron firmas tan significativas como las de Clarín, Pardo Bazán o Ramón Cilla, dibujante salmantino. Pese a que el paso del tiempo ha ido oscureciendo la figura de Sinesio, este palentino de nacimiento y médico de formación, colaboró en numerosas publicaciones periódicas: ABC,  Blanco y Negro o El Imparcial. Autor teatral, cuenta con más de cien obras en su haber, como “Lucifer”, o “La infanta de los bucles de oro”. Pero vamos a lo que nos interesa: cuando a finales de siglo deja el semanario, de la mano de Cilla comienza un recorrido de cuatro años por España con su afilada pluma y la cámara de Ramón. En el prólogo afirma su propósito: que las generaciones venideras conozcan “la generación presente con sus tipos, sus trajes, sus costumbres, sus viviendas, sus monumentos..., la intimidad de los hogares, la alegría y el dolor, las virtudes y los defectos”. Sin embargo la crónica de aquel viaje fue cayendo en el olvidó, como la de sus autores, y pasa por ser hoy una rareza codiciada por bibliófilos y amantes de la literatura viajera. Un botón demuestra: Bajando en la estación de El Puerto de Santa María, toma el vaporcito a Cádiz donde de seguro debieron empinar el codo pues “nos llevaron al paseo del Parque Genovés.... y nos atiborraron de cañas de manzanilla a las puertas de una tienda de montañés”. A los gaditanos los tilda de alegres, expansivos, galantes y hospitalarios, “si acaso no tan sinceros y constantes como los habitantes de las comarcas del norte”. Lo clavó. Y por fin llega a Jerez, donde lo que más atrae su atención son  las “gorilas” ( “muchachas de vida alegre que andan sueltas y no lo son oficialmente”), los guardias, con “americana negra, sombrero de hongo y sable de caballería”, y los serenos, con “kepis de visera recta, poncho y carabina con bayoneta calada”. Como para olvidarse de la llave a las dos de la mañana. Visitó los casinos y Cilla inmortalizó con su cámara la entonces Colegial, la Biblioteca Pública o la fachada del palacio Riquelme. El mencionado libro es pues, insistimos, un ejemplar raro, curioso y codiciado del que por suerte existe un ejemplar en el legado Soto Molina, que custodia la Biblioteca Municipal. NATALIO BENITEZ RAGEL

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