sábado, 29 de noviembre de 2014

CALABAZAS Y CABEZAS

Reír es bueno. Y reír leyendo es gratificante, pero algunos escriben como si el mundo fuera a acabarse. Que se acabará, eso seguro, pero mientras tanto podríamos relajarnos un poco y dejar la escatología para los “iluminados”. Como dice el brigada Bevilacqua en el último libro de Lorenzo Silva, solo se muere una vez, pero los que piensan mucho en la muerte mueren todos los días. Alegría, señores, que son dos días. Por eso, cuando me tropiezo con un escritor jocoso, ingenioso y ocurrente, me olvido de aquellos resentidos que semanal o diariamente balbucean sus ininteligibles diatribas. En el XIX, revolucionario como él solo, la gente tenía un gracejo escribiendo que ya quisieran muchos hoy en día. Si no, lean conmigo a Salvador María Granés, un parodiador madrileño que usó siempre el pseudónimo Moscatel y que firmó más de veinte parodias, como “Juanito Tenorio”. Sus “Calabazas y cabezas”  son buen ejemplo de lo que venimos defendiendo. Impresa en 1880 les da un hilarante repaso en verso a las principales figuras de la política, la banca, la literatura, el arte o la tauromaquia, ilustrada con mordaces caricaturas. Entremos al trapo. Del malagueño Cánovas, que comenzó como profesor en una academia, nos dice: “cuentan que en Málaga un día, tan pobre y mísero estaba, que solo se alimentaba de los niños que instruía”. Entró en política y se acabaron las penurias, eso no ha cambiado. Castelar no sale muy bien parado tras su paso por la jefatura del Gobierno en 1873: “de tribuno sin rival, gozas nombre universal bien ganado y merecido, pero en política has sido un ciudadano fatal”. La verdad es que a los políticos les zurraba de lo lindo, parece mentira que sesenta años más tarde no se pudiera hablar ni del concejal de tu pueblo. A Figueras, que fue el primer presidente de Gobierno con la I República, lo llama “federal, gran abogado, fue valiente presidente del poder ejecutado, y digo lo de valiente en sentido figurado”. Germán Gamazo, varias veces ministro, estaría poco tiempo callado, pues “hablando su vida pasa, y es vicio en él tan marcado, que cuando no es diputado, perora él solo en su casa”. Del jerezano Paul y Angulo, según la Historia instigador del asesinato de Prim, dice: “Con sangre escribió El Combate, mostró destreza en un duelo, hizo luego un disparate, y si no lía el petate y se larga, le arde el pelo”. La pluma de Granés se ocupa de una nutrida galería de personajes, y muchos han quedado en el tintero: Ramón de Cala, Silvela, Salmerón, Pavía... Todos ellos, a buen recaudo y disponible para el público en la Biblioteca Municipal de Jerez. Los lectores sin duda  agradecerán descubrir a este ingenioso y olvidado escritor, y la sorprendente actualidad que tienen hoy muchos de sus  certeros dardos. NATALIO BENITEZ RAGEL.


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