viernes, 6 de junio de 2014

PEDRO SEVILLA

Hace unas semanas el club de lectura de la biblioteca municipal celebró una sesión especial, por primera vez en los años que llevamos funcionando teníamos la oportunidad de tener al autor del libro que íbamos a comentar delante de nosotros. Un libro de poemas y su poeta, o dicho más concretamente: la antología “Todo es para siempre” (Renacimiento) y su autor, Pedro Sevilla. A la novedad de la presencia, habría que añadirle esa aura de distanciamiento que, por tradición romántica, envuelve la relación entre artista y resto de mortales. La admiración y hasta veneración que todos sentimos ante cualquier persona dotada de esa capacidad solo atribuida a los dioses: la de crear. Esa fue la sensación, la atmósfera que se respiraba momentos antes de que entrara Pedro Sevilla en la sala donde iba a celebrarse la sesión. Atmósfera que desde sus primeras palabras el poeta se encargó de disipar, para convertir el encuentro del escritor con sus lectores en un diálogo; un diálogo no del artista con sus admiradores, sino de la persona con otras personas. Y a través de sus poemas fuimos desgranando recuerdos, vivencias, sentimientos que, como hombres y mujeres, todos hemos tenido. La poesía de Pedro Sevilla es una poesía que nos alcanza a todos en todos los aspectos, porque es un ser humano como todos nosotros. La voz pausada en la lectura de sus propios versos fue otro de los regalos que nos llevamos en aquella jornada sin duda inolvidable. Y en su recuerdo ahora me doy cuenta de que no hablamos con el escritor, porque nada se dijo de su proceso de creación, de cómo va puliendo unos versos que salen de ese rincón tocado por el dedo divino (no cabe otra explicación), sino con el hombre, el que por el solo hecho de vivir sufre pero también siente la felicidad en compañía de sus amigos, de su familia, de aquellos que ya no están pero cuyo recuerdo los hace revivir. Hablamos con un enorme poeta, hablamos con un enorme ser humano. José López Romero.

EXPLORANDO CAMINOS

Hace unos días se inauguraba la feria del Libro de Madrid. Multitud de ojos interesados están posados sobre ella. Unos más por curiosidad que por interés, otros con nerviosismo pendientes de cuál es la respuesta del público ante la que podíamos considerar la propuesta anual  más importante en torno al libro en nuestro país junto a Liber. Y esa respuesta, como se podrá entender, no está tanto en conocer el número de visitantes que pasearán entre los stands curioseando libros, sino el dato de  los que realmente adquirirán alguno y proporcionarán a la clausura de la Feria datos reales sobre si el sector editorial empieza a recuperar pulso o sigue debilitándose. Lo que está claro a estas alturas, es que el mundo del libro –y ya aquí no hablamos exclusivamente de ventas- lleva afrontando una tormenta terrible demasiados años, que va dejando víctimas a su paso y un paisaje en transformación -que ya se intuía necesaria hace unos años-, pero que ahora la realidad ha forzado sin más dilaciones. En este escenario surgen propuestas por doquier, unas con apariencia de novedosas, y otras que son lanzadas como globos sondas esperando que alguna realmente encuentre el camino correcto. Bueno, no es sólo un camino, son una maraña de caminos los que explorar aunque todos tengan como objetivo el mundo del libro y la lectura. Días atrás leía con satisfacción la propuesta editorial del artista jerezano Carlos Crespo Lainez, buscando la excelencia, la calidad de la propuesta que finalmente se hace llegar al gran público. Tiradas pequeñas en número, primorosas en su envoltura, valiosas en cuanto a su contenido. En definitiva, recuperar el prestigio del libro. Si La Gata Editorial –ese es el sello de esta ilusionante y novedosa propuesta- trata de marcar un sendero en cuanto a la edición, en Barcelona una serie de libreros han lanzado otra propuesta no menos impactante, y quizás por su carácter totalmente novedoso sobre la que están puestos muchos ojos –como comentábamos sobre la Feria del libro madrileña-: abrir sucursales de librerías en centros bibliotecarios. Puede parecer un contrasentido - es lo que tienen las ideas revolucionarias- pues vender libros aparentemente no puede casar con una institución donde su propósito es proporcionar este de una manera gratuita. Sin embargo es algo sabido que muchísimos usuarios de bibliotecas son también clientes de librerías y a partir de ahí, ¿por qué no explorar y ver más posibilidades de tal maridaje, en un momento donde se está produciendo una gran crisis en el sector  librero? Los momentos de transición siempre son duros, inquietantes y peligrosos, todos lo sabemos, pero también apasionantes al permitirnos trabajar en pos de  escenarios nuevos. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO