lunes, 7 de abril de 2014

DIARIAS BATALLAS

(A Carla, bibliotecaria)

Cuando adolescente entré en aquella parte de la  biblioteca, me invadió una sensación de curiosidad ante el extraño mundo que se abrió ante mis ojos, una vez franqueé sus puertas. Había estado en ella otras veces, pero en la parte de préstamos y lectura pública, y ahora debido a un engorroso trabajo de Filosofía sobre el padre Gratri, entraba por vez primera en aquella otra zona, la de la colección patrimonial. El encargado de sala  miró desconfiado a aquel grupo de jóvenes entre los que me encontraba, pensando sin duda que daríamos problemas. Pero no pudo hacer nada ante aquel permiso que esgrimimos, donde la firma del  Director de la biblioteca validaba la petición de consulta que le hacía nuestro profe de Filosofía. En aquellos tiempos, ya lejanos, sin Internet, aquellos tomos de una voluminosa historia de la filosofía y que sólo allí se encontraban, eran nuestra única esperanza  de poder terminar el  trabajo sobre aquel Gratri que se nos atragantaba. Pero aparte de Gratri, los días que duraron aquellas visitas, empecé a descubrir  por vez primera un mundo  desconocido que comenzó a ejercer sobre mí una cierta fascinación. Lo cierto es que allí, pese al silencio, los extraños y  pocos  usuarios,  y la vigilancia sobre estos y los libros que pedían, siempre pasaba algo. Un día podía ser el desalojo de un estante entero de viejos libros, pues habían encontrado restos de polilla en la madera; otro, la acalorada discusión con un usuario que no tenía los requisitos para consultar al parecer un libro rarísimo, y por el que había hecho un largo viaje. Pero la “bomba” fue cuando aquella tarde lluviosa cogieron in fraganti a un conocido usuario, con una cuchilla y una lámina recortada en las manos de  un antiguo volumen. Los recuerdos me han asaltado en la despedida de una amiga bibliotecaria, y he regresado a los orígenes de esta fascinación por un  mundo donde se libran diarias batallas contra monstruos diminutos o ladrones, donde los sabios se emocionan o se ha logrado detener el tiempo. Ramón Clavijo Provencio.   

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