viernes, 14 de marzo de 2014

PEDAGOGÍA

En el recientemente aparecido tomo 2 titulado “La conquista del clasicismo. 1500-1598” de la excelente Historia de la literatura española (editorial Crítica), dirigida por José Carlos Mainer, se insiste en uno de los aspectos fundamentales del Humanismo que ya había sido puesto de relieve por Eugenio Garin (gran estudioso del Renacimiento europeo): la pedagogía y, sobre todo, la renovación en el sistema educativo procedente de la Baja Edad Media. Por eso, argumentan los autores del volumen: “algunos de los principales humanistas del Quattrocento fueron excepcionales pedagogos”, y hasta editores de textos para las escuelas. En el Museo del I.E.S. Padre Luis Coloma aún se conservan, gracias a la labor impagable de rescate de Mª Dolores Rodríguez Doblas y de Miguel Hernández Zarandieta, manuales escritos por los propios profesores que impartieron su docencia en el siglo XIX en nuestro ilustre instituto. Pero volviendo al humanismo renacentista, los autores de “La conquista del clasicismo” ponen como ejemplo y punto de partida del humanismo en Castilla la publicación de las Introductiones latinae  del gran Nebrija (Salamanca, 1481). Y no porque esta gramática fuera un mamotreto farragoso de normas y reglas con el único fin de hacer más sufrido aún de lo que ya por su naturaleza es, el aprendizaje de los escolares, sino por todo lo contrario, porque era una pequeña gramática que contenía las reglas más básicas y esenciales del latín para que después alumnos y profesores, con ese breve compendio de fácil manejo, aprendiesen la lengua latina a través de la lectura y comentarios de los autores clásicos. Un cambio que revolucionó el sistema educativo español del siglo XVI. Hoy, no necesitamos tanta perspectiva histórica como desde la que contemplamos los más de cuatro siglos pasados desde los tiempos de Nebrija, para reconocer que la historia del sistema educativo español de las últimas décadas lejos de ser una revolución humanística, ha sido un estrepitoso fracaso. Un fracaso en el que todos los elementos, estamentos, instituciones, es decir, todos los que tienen algo de parte en el sufrido, e ingrato a veces, quehacer de la docencia, tienen su buena parte de culpa que nadie le debe quitar, ni de la que nadie puede inhibirse. Y una de las grandes damnificadas es sin duda el aprendizaje de las lenguas extranjeras o idiomas, hasta el punto de que ya se están haciendo estudios de genética para analizar si al español le falta en su ADN el gen del idioma. “No estamos dotados”, reconocemos resignados cuando abandonamos después del enésimo intento por aprender inglés. Pero más grave aún es que nuestros escolares se pasen años y años con una asignatura para que después no sepan mantener una mínima conversación básica en la lengua extranjera que tanto trabajo y tiempo les ha costado. Quizá después de tanto tiempo transcurrido lo único que necesitemos es un Nebrija que ponga un poco de orden y cordura para solucionar tanto fracaso. José López Romero.  

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