sábado, 9 de noviembre de 2013

¿EL LECTOR MENGUANTE?

Es una realidad contrastada: los libros pierden terreno en un escenario donde la imagen se lleva el  protagonismo. Paul Auster nos rememora en su último libro –Informe del Interior, Anagrama- un mundo que ahora languidece. Un mundo en el que la literatura ocupaba para los niños una relevante parcela, junto al cine. Auster nos escribe en el mencionado libro, entre otros asuntos, sobre las sensaciones que le produjo el visionar la película El increíble hombre menguante, basada en un libro de Richard Matheson. En aquellos tiempos las películas como esa te hacía acercarte a la literatura o viceversa, de una manera natural, como si hubiera invisibles canales de comunicación entre ambas formas de creación. Unas veces descubrías una historia que te impactaba a través del cine; otras, era el libro el que te llevaba a la meta. Pero de una forma u otra, el ver en el cine Los últimos días de Pompeya, como me sucedió a mí, llevaba inexorablemente a  la novela en papel, no la excluía, o leer La isla misteriosa te hacía desear descubrir la versión cinematográfica. Había otra forma en la que literatura e imagen interactuaban: el mundo de la historieta. Determinadas  editoriales se especializaron en dar una versión ilustrada de grandes clásicos, y personajes como Phileas Fogg, El Cid, Tarzán o Crusoe se convirtieron en los héroes de generaciones de pequeños, que encontraron en las viñetas el tránsito natural hacia el universo literario. Todo aquello pasó pero  no debemos verlo como una tragedia, es simple y llanamente una revolución. La revolución audiovisual, la tecnología aplicada al mundo del ocio (videojuegos, comunicaciones) y, sobre todo, Internet, han acabado con aquel placentero y pacífico mundo. Y sin embargo cuando tratamos de poner cifras, cuántos lectores, cuántos libros leemos al año, seguimos midiendo con los viejos conceptos de lectura y libro. Por ello se habla de grave fractura en cuanto a la edad de los lectores, o que es inquietante constatar cómo la hipotética pirámide de la lectura va camino de convertirse en una pirámide invertida, pues la base, las nuevas generaciones de lectores no van supliendo a las anteriores. Pero no hay en todo esto ninguna tragedia, y si la hay solo sea el negar la evidencia de que  estamos asistiendo al surgimiento de otro tipo de lectores, lo que obliga a una drástica transformación del universo del libro hasta hace bien poco inalterable. Los lectores de hoy ya no se pueden medir con los métodos tradicionales, pues leen libros en papel (evidentemente en porcentajes inferiores a la época que nos retrata Auster), pero también  navegan por  Internet a través de soportes fijos o móviles, accediendo a múltiples y variadas formas de lectura... RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO,


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