Ha salpicado el panorama cultural las últimas semanas una noticia
que nos llega de Chile, donde el juez Mario Carroza ha decidido después de estudiar
multitud de testimonios y revisar pruebas, exhumar el cadáver del gran poeta
Pablo Neruda. Ya se conocía desde hace unos años las declaraciones del que fue
asistente de Neruda, Manuel Ayara Osorio, en el sentido de que Neruda no habría fallecido por el cáncer que padecía –versión oficial- sino
asesinado cuando, a una semana de consumado el golpe de Pinochet, se disponía a
exiliarse en Méjico. Lo novedoso es que ahora al parecer nuevas pruebas han
hecho decidirse al mencionado juez por la exhumación como último recurso para
desvelar la verdad. Todo ello sucedía en 1973 un año en el que España vivía los
últimos coletazos de la dictadura. Por entonces yo colaboraba en una ya
desaparecida librería gaditana, Petrarca,
en la que no había libros de Neruda, aunque sus poemas circulaban, como lo de
otros poetas, en ediciones artesanales que pasaban de mano en mano, o en
ansiados y raros impresos editados por
Losada. Por eso fue un acontecimiento la publicación en la España de 1974 de su
obra póstuma Confieso que he vivido. En
nuestro país se recibía por aquellos años con escepticismo el aperturismo propiciado en el llamado espíritu del 12 de febrero de Arias
Navarro, sustituto de Carrero Blanco, aunque la trayectoria de este no hacía
presagiar nada positivo, como así fue. Pero aquel año ha quedado en mis
recuerdos como el del descubrimiento de Pablo Neruda, pues tras aquel Confieso que he vivido empecé a escarbar
–primero Crepusculario y luego los
demás Residencia en la Tierra, etc.-
en la obra del, según Harold Bloom, uno de los mayores poetas contemporáneos. Neruda hoy sigue vivo, sus
obras siguen editándose y los que lo descubrimos en difíciles momentos seguimos
releyendo los libros adquiridos cuarenta años atrás. Al poeta poco le puede importar
ya lo que ha decidido un juez, pero la historia necesita aclarar cuál fue el
verdadero final del solitario residente de Isla Negra. Ramón Clavijo
Provencio
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