sábado, 27 de abril de 2013

LIBRERÍAS


Paseando hace unos días por la plaza del Arenal con un conocido que visitaba por vez primera la ciudad, nos detuvimos unos minutos en recorrer las casetas que conforman la Feria del Libro. Le extrañó el escaso número de ellas y esa visión  propició aquella pregunta que ya me esperaba de alguien acostumbrado a lugares donde el libro es celebrado con  mayor alarde de medios. ¿Realmente son tan pocas las librerías de la ciudad, Ramón?  No sé si allí estaban todas, pero le expliqué que Jerez  nunca había  sido una ciudad que se hubiera caracterizado por tener una oferta librera acorde con su población. “Ni sucede ahora, ni sucedió  en el pasado”, le contesté. Y sin embargo resulta paradójico conocer, para los que se acercan a la historia de la cultura del libro en la ciudad, proseguí, cómo  esta ciudad ha estado siempre en la vanguardia de determinadas iniciativas. Fue una de las primeras andaluzas en tener imprenta. En ella se dieron los primeros indicios de lectura pública en España, primero con la biblioteca de Villapanés y  luego con la municipal  que se inauguraba en 1873. En estos lares no solamente se formó una importante industria tipográfica, sino que destacó por su calidad y afianzó su prestigio a lo largo del siglo XX. Pasamos de un stand a otro y tardamos en recorrerlos el breve espacio de tiempo en el que había pretendido sintetizar para mi acompañante la historia del libro en Jerez. Este  pareció dudar, pero le volví a mencionar otro ejemplo acorde con lo que trataba que entendiera. La concesión este año del Cervantes al jerezano José Manuel Caballero Bonald volvía a singularizar una ciudad que históricamente había  aportado muy poco a la literatura, y que ahora lograba quitarse el referente del padre Coloma del imaginario literario local, con este reconocimiento a un escritor jerezano. “Bueno, Ramón, está claro por lo que me dices que en Jerez el mundo del libro parece vivir de fogonazos, que cuando se producen son espectaculares”. Me pareció acertada su imagen que me llevó otra vez a reparar en las librerías, algunas de ellas allí representadas en los pocos stands de la Feria del Libro que  ya íbamos dejando atrás. En ellos estaban los herederos de aquellos Portillo que regentaron la emblemática librería de la calle Francos a mediados del XIX,  o de la de José Prieto en S. Antón, 10,  hasta llegar a las de Gener, o las frustradas experiencias de Alternativa o la Llave de Cristal. Pocos, pero apasionados y admirados profesionales en una ciudad singular, paradójica y difícil para la cultura. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO 

EL HUEVO


Me viene a la memoria ahora una anécdota que escuché hace mucho tiempo en la radio. Un señor, no recuerdo ya su identidad, contaba que en cierta ocasión había ido al estreno de un drama que había despertado una enorme expectación. Se levanta el telón –contaba aquel señor-, se hace un sepulcral silencio entre los espectadores, que solo pueden ver al fondo del escenario un triste jergón y en él echado un mendigo que muy lentamente se levanta y se acerca al proscenio para decir con voz solemne y estremecedora: “Me he pasado toda la noche con un solo huevo duro”. Contaba aquel señor que después de unos segundos en los que todo el público quedó atónito, empezaron las primeras risas y después más, se dejaron oír gritos como “¿y el otro?”, hasta que la carcajada fue general, el drama se convirtió en parodia y tuvieron que suspender la representación. No fue aquella ni la primera ni la última vez en que una tragedia pasa a comedia sin que autores ni espectadores logren evitarlo ni quererlo, es decir, sin premeditación ni alevosía. Clásica es ya la explicación para el fracaso de la tragedia renacentista española: el  tremendismo de los personajes, que cargados por sus autores de un exceso de dramatismo caían en lo increíble y la fantochada. Pero también existe lo que Arniches dio en llamar la “tragicomedia grotesca” o “astracanada lúgubre”. Ejemplo de ello es  ‘Que viene mi marido’, que podemos poner en relación con el cuento de Wencelao Fernández Flórez titulado ‘El hombre que se quiso matar’, llevado al cine en dos ocasiones por dos grandes de nuestra escena: Antonio Casal y Tony Leblanc; historias de hombres que se comprometen a morirse, aunque lo intentan con poca convicción y menos decisión, hay que reconocerlo. La comedia,  de individuos como Maduro y su pajarito, y de otros más cercanos, se convierte en tragicomedia grotesca cuando toda una masa, buena parte de todo un país se lo cree. El esperpento. José López Romero.    

sábado, 20 de abril de 2013

LOS OTROS


“Cuando decimos que deseamos un mundo mejor y más feliz, casi siempre queremos decir un mundo mejor y más feliz para nosotros mismos. De algún modo la culpa de nuestros males la tiene siempre el vecino, o el extranjero, o uno de los nuestros que nos traicionó, o el enemigo que acecha fuera de las murallas, es decir, los bárbaros que amenazan con llegar eternamente”, acabo de releer en ‘La ciudad de las palabras’, de nuestro admirado Alberto Manguel, libro que ya reseñamos aquí hace unas semanas. Un libro inteligente de un inteligente escritor que, siempre en el papel de lector atento y avisado, sabe extraer de sus lecturas observaciones que le permiten hacer un análisis más profundo de la realidad o de la literatura, que comparte con sus lectores y del que siempre aprendemos. El pasaje que hemos transcrito procede del último capítulo titulado ‘la pantalla de Hal’, alusión al superordenador HAL 9000 que controla  la nave espacial de la película ‘2001, una odisea del espacio’. El tópico del otro, del bárbaro al que le echamos la culpa de todo lo negativo que nos pasa ya tiene sus buenas manifestaciones literarias en novelas como ‘Esperando a los bárbaros’ de Coetzee (reseñada en esta misma página por mi compañero Ramón) o, menos famosa pero no menos interesante, ‘El desierto de los tártaros’ de Dino Buzzati, obra que tiene versión cinematográfica, como célebre es la película titulada ‘Los otros’ de Amenábar. Por no hablar de la figura del anticristo, permanente amenaza del cristianismo que ya vimos en un artículo anterior a propósito de la publicación de la obra de Hipólito (ed. de Francisco Antonio García Romero). Y no es solo la constante presencia amenazadora de lo desconocido en lo que ciframos el origen de todos nuestros males, sino lo que esto supone de dejación de nuestra propia responsabilidad en lo que nos ocurre. Dicho de otro modo: ponga usted un bárbaro, un ‘otro’ en su vida al que culpar de su desgracia. Y en esto todos tenemos nuestros bárbaros de cabecera. En estos tiempos tan confusos es la crisis en general el otro por excelencia, a ella se le achacan todos nuestros males y en ella se amparan los que no tienen otros argumentos más inteligentes para sacarnos de ella. La oposición ve en el gobierno al ‘otro’, y viceversa, pero ninguno de los dos se unen para hacer que este mundo sea mejor y más feliz para todos. Y así en todos los órdenes de la vida. Sin embargo, no miremos al vecino, ni al extranjero ni miremos por encima de nuestras murallas para ver si vienen los bárbaros, porque nadie nos va a convencer de que no están ahí fuera, el otro está en buena parte en nosotros mismos; en lo que hemos hecho y hacemos todos los días por conservar lo que hemos conseguido o tenemos, o nos han dado graciosamente, es decir, por enchufe, e incluso por mejorar y hacer más feliz nuestro mundo. Es fácil apostarse delante de su casa, empapelar su fachada con nuestras protestas e insultar al bárbaro sobre el que hemos hecho recaer todo el peso de la culpa de nuestros males. ¿La responsabilidad es de los-otros o de nos-otros?.  José López Romero.   

ANIVERSARIOS


Está siendo este año prolífico en la celebración de efemérides culturales, algunas de ellas relacionadas con instituciones que han sido pioneras. Es el caso del Instituto Provincial hoy Instituto Coloma, que alcanza la vertiginosa cifra de 175 años, referente de la historia de la educación en la provincia de Cádiz y que con justicia tuvo un reconocimiento en la ciudad de San Fernando hace algunas semanas, donde se le concedió la medalla de la oro de la provincia. También la Biblioteca Municipal vive un caso similar al cumplir éste los 140 años desde su inauguración un ya lejano 23 de abril de 1873. La primera biblioteca Municipal de Andalucía ha sido referente de la cultura en la ciudad de Jerez año tras año, y sólo en dos ocasiones, en 1874 y el periodo 1984/85 dejó de abrir sus puertas por razones circunstanciales y poco conocidas. En el primer caso la retirada de los libros expropiados a la Colegial en 1873, provocó dicho cierre y una desesperada llamada del por entonces alcalde de la ciudad Francisco Revueltas, pidiendo libros a los jerezanos. La gran respuesta a esta llamada –la ciudad siempre ha estado muy apegada a su biblioteca pública-, hizo que en 1876 volviera a abrir sus puertas. En la década de los años 80 del pasado siglo, las obras de remodelación de su actual sede en la plaza del Banco, fue el motivo de su segundo cierre. En aquella ocasión incluso  siguió funcionando pese a que lo hacía desde unas modestas y pequeñas instalaciones situadas en la calle Rosario, en el lugar donde hoy se levanta el Conservatorio de música. Es ésta una historia poco conocida, pero que algún día les relataré. Ramón Clavijo Provencio.

sábado, 13 de abril de 2013

EL LECTOR PACIENTE


No es el lector que aparecerá en las líneas que siguen aquel Michael, fruto de la imaginación del escritor alemán Bernhard Schilink –luego llevado al cine por Stephen Daldry- que vivirá atormentado por  el recuerdo de  Hanna, la mujer de pasado tenebroso y a la que leía libros clásicos como la Odisea o La señora del perrito de Antón Chejov, entre otros. Aunque  hay un detalle que los une y es la de leer, por razones bien distintas eso es cierto, para otros. Me topé con él en el laberinto de calles que rodean la plaza del Mercado. Hacía años que no nos veíamos, entonces él  era un recién licenciado y escritor en ciernes que  apuntaba maneras en la prensa local o en algunas ediciones colectivas de jóvenes promesas literarias. Tiempos que no volverán Ramón, me contestó, y menos tras esta crisis devastadora que parece no hace distingos a su paso. Pero aquel viejo conocido luego me dio cuenta de una historia para mi fascinante y de la que él mismo era protagonista. Soy lector, así como suena, lector por cuenta ajena aunque parezca algo raro. Ahora mismo vuelvo de una lectura de este libro, Dersu Uzala de Arseniev, para una señora ya muy mayor, y que fue uno de esos niños  a los que la guerra hizo exiliarse en  Rusia. En este caso ella volvió, y ahora, cuando hasta la vista le falla, lo único que la consuela es que le lean pasajes de autores rusos. Y como a ella, Ramón,  tengo otros muchos llamémosle clientes que, no sólo en Jerez,  por diversas circunstancias  siendo grandes lectores en otro tiempo, ahora no pueden o  prefieren que otros lean por ellos. He pasado, Ramón, de ser el escritor impaciente al lector paciente. Reímos la ocurrencia y quedamos para tomarnos un café en otra ocasión y hablar con más calma sobre su actual y singular tarea, que por lo visto no solo le ocupaba materialmente el tiempo sino que  colmaba todas sus aspiraciones presentes y futuras, algo que me sorprendía en alguien que apenas unos años antes ardía en deseos de alcanzar la “gloria” literaria. Este lector paciente y sus mil historias pequeñas y grandes que va conociendo al ritmo que le abren la puerta de sus casas oyentes, antiguos lectores,  es una novela en ciernes  sobre la que él , por razón de las circunstancias, va   avanzando día tras día, y que quizás en algún momento  decida contarla. Seguramente la historia  no desmerecerá de la de aquel otro lector memorable, aunque ficticio, de Bernhard Schilink. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

VIEJOS ASUNTOS


“Censura las costumbres docentes españolas de la época, intenta analizar las razones del fracaso escolar, detesta los métodos memorísticos, lamenta la masificación escolar… insiste en la necesidad de enseñar al niño por medio de cosas visibles que tiene a su alrededor, critica con dureza la Universidad insistiendo en las deficiencias de los maestros, aunque no olvida la despreocupación de los estudiantes…” ¿Les suena? Pues si les digo de dónde proceden estas inquietudes y preocupaciones que sobre la enseñanza en España he transcrito, seguramente no se lo creerán: pertenecen al fraile benedictino Martín Sarmiento, en el siglo Pedro José García Balboa, quien escribió el tratado ‘La educación de la juventud’ allá por el año ¡¡1768!!, tratado que consideraba Azorín una de las más geniales obras de nuestra literatura. Han pasado casi doscientos cincuenta años y, más grave aún, casi otros tantos sistemas educativos, y lo que preocupaba al bueno de fray Martín Sarmiento son los mismos temas o problemas que arrastra la enseñanza en nuestro país en la actualidad, sin que la sociedad en su conjunto ni las autoridades de todo tipo, pelaje o condición se hayan puesto en ningún momento manos a la obra para solucionarlos o, al menos, intentarlo; lo que provoca un cierto hastío en los profesionales, algunos de ellos (hay que reconocerlo) poco dispuestos a adaptarse a las nuevas circunstancias, pero todos decepcionados con la falta de colaboración y compromiso que muchas familias muestran en la labor y la responsabilidad que les atañe en el desarrollo educativos de sus hijos. Que la primaria y la secundaria necesitan cambios y ajustes en muchas aspectos es incuestionable, pero no en menor medida lo necesita una Universidad, que quiere mantener con los impuestos de todos los privilegios de antaño, cuando sobran profesores, grados y campus por todas las provincias de España. Y si no, pregunten por ahí a cuánto nos sale una clase de griego o de árabe, por poner un ejemplo, en cualquiera de las numerosas facultades de Filología repartidas por toda la geografía del país. José López Romero.

sábado, 6 de abril de 2013

CINE Y LIBROS


Me confieso aficionado a películas interesantes sin más pretensiones, aunque el concepto de “interesante” no sea compartido en el seno familiar, donde se han acuñado expresiones como “ladrillo-Bergman” o “bodrio-Passolini” para descalificar a más de un film clásico ¡La juventud, más por atrevida que por valiente, es ignorante!. Y digo más, buena parte del cine que en los últimos años he visto responde a sugerencias de amigos y conocidos, por lo que reconozco que no puedo permitirme el calificativo de cinéfilo, sino de espectador curioso y obediente con las recomendaciones de aquellos a los que les concedo todo el beneficio de su autoridad o buen gusto. Sin embargo, procuro estar atento a las adaptaciones literarias o a las películas que tratan de libros, porque en las primeras, como lector sin remedio y espectador curioso, intento establecer la obligada comparación con el original literario, y en las segundas ver cómo trata el cine el mundo de los libros o de los escritores (interesantes me han resultado en este último aspecto, y hago memoria a vuela pluma, ‘El escritor’ de Polansky y ‘Good’ con Viggo Mortensen), o reconocer aspectos o mecanismos literarios que el guionista o el director han pasado al lenguaje cinematográfico con más o menos éxito. Y en este sentido, ya me interesó una película protagonizada por Cuba Gooding Jr. titulada  en castellano ‘Nido de cuervos’, escrita y dirigida por Rowdy Herrington (1999). Es la historia de un abogado (Cuba Gooding) que publica bajo su nombre una novela de misterio escrita en realidad por una persona a la que cree muerta. El éxito de ventas del libro despierta la curiosidad de la policía, que llega a descubrir que los crímenes relatados en la novela son en realidad verdaderos casos de asesinato que aún no se han podido resolver. Y aunque la crítica no ha sido especialmente benévola con esta película, la simple utilización cinematográfica del viejo tópico del manuscrito encontrado y apropiado por el protagonista es ya suficiente motivo para calificarla de interesante. Tópico que tiene sus ejemplos más acabados, entre otros, en ‘El Quijote’ o ‘La familia de Pascual Duarte’ de Cela, aunque con la sustancial diferencia de que los descubridores del manuscrito no se apropian del original, sino que se convierten en simples transcriptores o copistas. Y la última recomendación que me han hecho al respecto (que yo traslado aquí a cualquier espectador curioso), es la película titulada ‘El ladrón de palabras’, en cuyo reparto de actores encontramos al gran Jeremy Irons. Otra historia del manuscrito encontrado, que se apropia el protagonista (personaje interpretado por Bradley Cooper) y que se convierte en un gran éxito. Y aunque la crítica tampoco ha sido especialmente favorable con esta película (no le falta razón en cuanto a las excesivas pretensiones de las tres historias narradas en tres tiempos diferentes que no terminan de resolverse con solvencia), es una película que se deja ver, sobre todo las dos conversaciones que mantienen Irons y Cooper o la escena final entre Dennis Quaid y Olivia Wilde. José López Romero.

CHILE, 1973


Ha salpicado el panorama cultural las últimas semanas una noticia que nos llega de Chile, donde el juez Mario Carroza ha decidido después de estudiar multitud de testimonios y revisar pruebas, exhumar el cadáver del gran poeta Pablo Neruda. Ya se conocía desde hace unos años las declaraciones del que fue asistente de Neruda, Manuel Ayara Osorio, en el sentido de que Neruda  no habría fallecido por el  cáncer que padecía –versión oficial- sino asesinado cuando, a una semana de consumado el golpe de Pinochet, se disponía a exiliarse en Méjico. Lo novedoso es que ahora al parecer nuevas pruebas han hecho decidirse al mencionado juez por la exhumación como último recurso para desvelar la verdad. Todo ello sucedía en 1973 un año en el que España vivía los últimos coletazos de la dictadura. Por entonces yo colaboraba en una ya desaparecida librería gaditana, Petrarca, en la que no había libros de Neruda, aunque sus poemas circulaban, como lo de otros poetas, en ediciones artesanales que pasaban de mano en mano, o en ansiados y raros impresos  editados por Losada. Por eso fue un acontecimiento la publicación en la España de 1974 de su obra póstuma Confieso que he vivido. En nuestro país se recibía por aquellos años con escepticismo el  aperturismo propiciado en el llamado espíritu del 12 de febrero de Arias Navarro, sustituto de Carrero Blanco, aunque la trayectoria de este no hacía presagiar nada positivo, como así fue. Pero aquel año ha quedado en mis recuerdos como el del descubrimiento de Pablo Neruda, pues tras aquel Confieso que he vivido empecé a escarbar –primero Crepusculario y luego los demás Residencia en la Tierra, etc.- en la obra del, según Harold Bloom, uno de los mayores poetas  contemporáneos. Neruda hoy sigue vivo, sus obras siguen editándose y los que lo descubrimos en difíciles momentos seguimos releyendo los libros adquiridos cuarenta años atrás. Al poeta poco le puede importar ya lo que ha decidido un juez, pero la historia necesita aclarar cuál fue el verdadero final del solitario residente de Isla Negra. Ramón Clavijo Provencio