sábado, 16 de febrero de 2013

VIEJOS AMIGOS


La primera vez que escuché el nombre de Eduardo Pereiras, mucho antes de conocerlo personalmente, fue cuando me comentaron una vieja anécdota de Manuel Esteve, el que fuera bibliotecario y arqueólogo municipal durante cerca de cuarenta años, y que en una de sus visitas  a la Cartuja se hizo acompañar por el entonces muy joven fotógrafo Eduardo. El motivo era para que este último tomara instantáneas del monumento con vistas a una reedición de la ya conocida guía de arte de Esteve. La visita transcurrió con normalidad hasta que llegaron a los claustros. Allí el entonces prefecto de la comunidad padre Arteche  impidió que se tomaran instantáneas del lugar, argumentando que la orden había encargado a otro fotógrafo un reportaje sobre los claustros para ilustrar la vida de los cartujos. Esteve le recriminó a Arteche que un cartujo tuviera tanto sentido comercial, y finalmente Pereiras pudo fotografiar aquella espléndida muestra del arte. Personalmente empecé a tratar a Eduardo, ya con cierta asiduidad, tras la reapertura de la Biblioteca Municipal en su nuevo edificio de la plaza del Banco en 1986, de la que se hizo usuario asiduo, sobre todo consultando prensa antigua y hurgando en ella cualquier referencia a la fotografía (lo que posteriormente le llevaría a publicar dos libros indispensables para conocer la historia de la fotografía en Jerez.). Pero hace diez años que Eduardo  dejó de visitar las salas de esta espléndida biblioteca, muy a su pesar, como también en este periodo lo hicieron  el profesor José Ramón Fernández Lira o el bibliófilo Antonio Olmedo, a los que  andando el tiempo, pese a la diferencia de edad, los consideré amigos y maestros, piezas insustituibles de la más reciente  historia cultural de la ciudad. A lo largo de los años, todos ellos, en sucesivos encuentros  me fueron dejando un rosario de datos, visiones o anécdotas sobre la cultura en Jerez impagables, desde el dramatismo de la quema de los talleres del periódico jerezano El Guadalete que Antonio Olmedo vivió en persona, a esa visita con José Ramón de guía en su viejo estudio antes de su traslado a la calle Ancha, por los avatares de la colección de Arte que estaba reuniendo, ya por entonces muy completa. De Eduardo, fotógrafo de prestigio fuera de las fronteras locales –publicó en Life y en Blanco y Negro algunas de sus fotos- llegué a conocer su poco conocida y singular obra pictórica representada en la imagen que ilustra estas líneas. A todos ellos  parece que este Jerez injusto los olvida, a medida que el tiempo va alejándonos de aquellos apresurados homenajes oficiales realizados la fecha que se fueron definitivamente. Amigos a los que echo de menos. Ramón Clavijo Provencio

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