Decía
Antonio Colinas (‘Sepulcro en Tarquinia’)
que “la poesía es un bálsamo, sobre todo en estos tiempos de crisis”. ¿Lo es?
Me refiero ahora a la cultura en general. No querría frivolizar sobre un
asunto, el de la crisis, que tiene a millones de personas fuera del mercado
laboral, pero resulta sorprendente comprobar cuántos creadores de las más
variadas disciplinas se reafirman en eso
tantas veces repetido de que, por un lado
la crisis agudiza el ingenio, y por otro y para combatirla, a la cultura se la percibe como ese bálsamo
del que hablaba Colinas. ¿Pero todo esto que comentamos responde a la realidad?
Veamos, vivimos en un país que ha subido
el IVA a los productos culturales del 8 al 21% y donde los recortes en los presupuestos
destinados a instituciones culturales son brutales. Las consecuencias son muy
visibles con una significativa huida del
público de muchos eventos culturales y
un debilitamiento notable de la industria ligada a la cultura. Es cierto que ante
todo esto se está produciendo una reacción significativa en la oferta: las
grandes pinacotecas tiran de fondos de armario para sus grandes exposiciones,
tratando de mantener la calidad a un costo menor, se publican menos libros
pero, sobre todo, los lectores son más cautos y selectivos a la hora de
adquirir uno. Cine, teatro, música y en
definitiva cualquier manifestación cultural parece huir de la vacuidad de los
grandes y costosos artificios para contar historias o transmitirnos sensaciones
como siempre hicieron. Y luego está la emergente oferta de la Red , una nueva frontera casi
sin reglas. Sigo escuchando declaraciones que le dan a la cultura un papel
inesperado en plena crisis, sin ir más lejos el compositor Agustín Castilla insistía
hace unos días en que “cuando se ofrece cultura se consumen menos
antidepresivos”. Pero la realidad y los deseos parecen en este caso ir cada uno
por su lado y el bálsamo no llega a todos por igual, pues se ha puesto por las nubes. Ramón Clavijo Provencio
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