sábado, 28 de abril de 2012

CIUDAD Y OFERTA CULTURAL


Me ha sorprendido en  estos últimos días la importante oferta cultural, por numerosa y variada,  que la ciudad, a través de instituciones oficiales y privadas, ha mostrado a sus habitantes. Parte de ella relacionada con la lectura, pero no exclusivamente. Un rápido repaso de las estadísticas de estas últimas semanas en torno a este asunto, y que comprendería los meses de marzo y lo que llevamos de abril, nos habla de que se han ofrecido representaciones teatrales, estrenos cinematográficos a nivel nacional, presentaciones de libros (alrededor de diez), conferencias de distintos y reconocidos especialistas sobre figuras de la literatura universal, sobre la economía nacional y local. Congresos sobre fuentes patrimoniales, pero también sobre el patrimonio artístico de la ciudad. Visitas guiadas, escenificaciones de cuentos de clásicos de  la literatura  para los más pequeños, exposiciones pictóricas, pero también bibliográficas. Ello sin contar las celebraciones institucionales que rodearon la conmemoración del Día del Libro el pasado 23 de abril. Como nunca llueve a gusto de todos, todo lo que les comento parecerá poco  para unos, y para otros excesivo en unos tiempos de crisis (ya les digo que opiniones hay para todos los gustos). En todo caso habría que retrotraerse varios años atrás para encontrar algo similar, y en unas circunstancias económicas muy distintas. Otra cosa es la respuesta a esta oferta de la que les hablo, pero ese sería otro cantar. Hubo un tiempo en que yo daba una excesiva importancia a lo ofertado, pero ahora, con el paso de los años valoro más la constancia en la misma. Quizás es éste un detalle que aún queda por corregir en esta ciudad, donde son frecuentes los picos, los extremos entre el todo y la nada absoluta. En cuanto a la respuesta, eso que a algunos tanto les preocupa. ¿Habrá público en esta conferencia o en tal inauguración de oferta expositiva? ¿Debo mirar el calendario para que tal o cual acto cultural no coincidan con la Champions League o similares propuestas deportivas? Yo creo que eso es lo de menos. Una ciudad estará culturalmente viva mientras la oferta siga existiendo, constante,  sin altibajos ni dejarse amilanar por las circunstancias, como acertadamente nos descubre en su libro  Héctor M. Pose (en la ilustración). Ramón Clavijo Provencio    

EL ÁTICO


Cuando le hicieron el tercer encargo, una biografía de aquel político inepto que había sido una verdadera ruina para su país, respiró aliviado. Se había metido en algunas deudas (un hermoso ático con vistas al mar) y ese nuevo libro le reportaría unos ingresos que le iban a venir muy bien para reducir la hipoteca y pagar la decoración caprichosa de su mujer. En la editorial de toda su vida de escritor estaba bien considerado, aunque no dejaba de ser un autor de segunda fila, muy por debajo en emolumentos y prestigio de las grandes firmas con que aquella editorial contaba. Sin embargo, era una pluma disciplinada, en absoluto conflictiva,  sumisa y que  aceptaba hasta de buen grado las campañas de promoción y, sobre todo, obediente a las líneas comerciales de la empresa. Sin ir más lejos, le habían recomendado que en la manera de lo posible (aunque bien sabía que esta expresión era un simple eufemismo que escondía una verdadera imposición), tratara al infame político con cierta benevolencia, (“tú ya sabes –le habían dicho- una página de fracasos y cuatro de éxitos”), porque su partido había prometido hacer una aportación económica para su publicación; una cantidad apreciable que él no acertaba a imaginar de dónde iba a salir pero que poco o nada le importaba porque, al fin y al cabo, de ahí iban a salir sus honorarios. Una obediencia que él prolongaba hasta en sus artículos periodísticos que publicaba en los diarios más afines a esa línea ideológica o (¿para qué engañarnos?) puramente comercial de su editorial. Unas semanas atrás le habían llegado felicitaciones por un artículo titulado “Violencia”, en el que denunciaba la situación de la mujer en nuestro país a todos los niveles. Un artículo repleto de tópicos manipulados, pero que él sabía sentaba muy bien en ciertas esferas. Lo mismo en su propia editorial se discriminaba a las mujeres en salarios, en puestos de trabajo, pero eso a él tampoco le interesaba. Sin embargo, en su fuero interno él reconocía que toda su literatura, la de encargo, en la que se había convertido en un especialista, y las novelas y relatos que tenían a bien publicar de vez en cuando, aunque un poco a regañadientes porque apenas cubrían gastos, más algún que otro poemario totalmente deficitario, no era el tipo de literatura que él había soñado escribir. Muchas de sus páginas no eran más que agujeros negros, llenas muchas de ellas hasta de incorrecciones porque las urgencias de tiempo no le habían permitido hacerles una última revisión, páginas llenas de mentiras, escritas contra sus lectores y contra la literatura misma, con la que –reconocía- no se había portado como un buen hijo. Pero mirando al mar desde la terraza de su flamante ático, con un vaso de whisky en la mano como si fuera su pequeña y diaria dosis de cinismo de la que ya no podía prescindir, pensaba que él no era culpable de todo aquello, en todo caso una víctima más de un mundo podrido por la crisis y por los resultados económicos, un mundo que se bastardeaba hasta en lo más sagrado: la palabra desnuda, limpia y verdadera de la literatura. José López Romero.

sábado, 21 de abril de 2012

Madame Poitrine


La exhaustividad y la profundidad en todos los aspectos con que Stefan Zweig trata a todos sus personajes biografiados, son las características más sobresalientes con que podemos definir las biografías que el gran escritor austríaco fue escribiendo y publicando a lo largo de su vida, y en esto la que dedicó a  María Antonieta no es una excepción, sino uno de sus ejemplos más acabados. En el cuadro que nos pinta de la aquella reina frívola no sólo se dibujan con detalle la psicología y costumbres de la bella mujer de Luis XVI, sino también toda la corte francesa, entre la que destaca la figura del simple e insustancial rey. Cuando nace, después de ciertas vicisitudes en las relaciones maritales, el 22 de octubre de 1781 el Delfín Luis José, de inmediato se lo ceden a una ama de cría llamada Geneviève Poitrine, “Madame Poitrine” nos dice Zweig, cuyo apellido le iría, debemos suponer, a la perfección con la exuberancia de sus pechos. Sin duda, la historia desde aquella Venus de Willendorf de generosas ubres, pasando por la loba capitolina, hasta llegar a esas amas de leche a las que seguro se debe la salud de más de un rey, abunda en órganos mamarios pródigos y acogedores, como aquellas dos tetas (y pongo un ejemplo literario) que alimentaron los últimos días de don Sebastián Romero Bárcenas, el protagonista de la novela “En la casa del padre” de J.M. Caballero Bonald, que al no admitir ya leche, vino oloroso, tisana de poleo con belladona y caldo de pichón como única comida, se pasó sus últimos meses de vida agarrado a las tetas de la ama de cría que la familia contrató y con el pezón entre sus encías. Aquel pobre y frágil Luis José padeció en su corta existencia de toda clase de enfermedades, hasta la tuberculosis atribuida a la leche de su nodriza, aquella “madame Poitrine”. La historia de sus padres ya la saben ustedes: la revolución de 1789 y la guillotina. ¿A qué tetas se arrimará el sr. Valderas? José López Romero. 

Jerez y el universo cervantino en el Día Internacional del Libro


Aprovechamos la inminente conmemoración, el  23 de abril, del Día Internacional del libro y aniversario de Miguel de Cervantes, para relatar brevemente las relaciones de Jerez con el universo cervantino. Y es que nuestra ciudad tiene una desconocida historia, o al menos conocida fragmentariamente, que la vincula con El Quijote y, por tanto, con Cervantes. A lo largo de los años, una serie de iniciativas inspiradas por la obra cervantina fructificaron en singulares proyectos culturales que, lejos de la traca y el artificio a los que tan inclinados somos en este país cuando de conmemorar algo se trata,  hoy sí convendría recordar. Nos referimos , por ejemplo, a Ramón León Mainez, que pese a ser el fundador y director de la “Crónica de los Cervantistas”, primera publicación dedicada en nuestro país al estudio de la obra de Cervantes e impulsor de la primera edición jerezana de El Quijote (1903, talleres de la litografía jerezana), sigue siendo un gran desconocido para sus paisanos. No menor es el olvido sobre la labor de dos creadores y maestros de la ilustración: Teodoro Miciano Becerra y Carlos González Ragel. Al primero se le debe el haber impulsado la edición de la que fue calificada como la primera edición española de gran bibliofilia del Quijote. Ilustrada por el propio Miciano, y con el concurso de los también jerezanos hermanos Jurado (que poseían una imprenta en la plaza de Silos). Dos décadas necesitaron para sacar los cuatro volúmenes que contenían las 435 imágenes (en la ilustración una de ellas) con las que Miciano reinterpretaba el Quijote.  El caso de Carlos González Ragel es el más atípico de los que traemos en estas apresuradas líneas, y es que su excepcional interpretación del Quijote a través de la pintura no fue un proyecto consciente y metódico. Artista excepcional, nacido en Jerez en 1899, sus crisis maniaco-depresivas y el alcohol frustraron finalmente la que pudo ser una brillante carrera. Lo único claro en esta particular historia es que, Carlos González Ragel, un interno más del sanatorio de Ciempozuelos (Madrid), a comienzos de la década de los años 60 del pasado siglo, pinta más de veinte escenas inspiradas por el Quijote. Obras realizadas en un estilo que se llega a denominar esqueletomaquía. Para finalizar este recorrido tenemos necesariamente que recordar que un 23 de abril de 1873, aniversario de Cervantes,  se inauguraba la Biblioteca Municipal jerezana, y curiosamente nadie cayó en la cuenta de que entre los libros que atestaban las estanterías no existía ningún ejemplar del Quijote. Hoy, 139 años después, no solo se reparó aquel imperdonable olvido, sino que  alberga la más importante colección patrimonial de ediciones del Quijote,  de entre las existentes en las bibliotecas públicas andaluzas. Ramón Clavijo Provencio

domingo, 15 de abril de 2012

OTRA VISIÓN INÉDITA DE JEREZ

Hace unos días, por casualidad, me topé con un curioso libro. Curioso porque resultó ser una rareza bibliográfica apenas localizable en alguna biblioteca y, además, porque el libro en cuestión, de literatura viajera, recogía algunas referencias a la provincia de Cádiz, incluyendo en ellas a  Jerez, por unos desconocidos para mí, hasta este momento, viajeros polacos. Pues bien, en este “Viajeros por España y Portugal” de Javier Liske, se nos dan noticias de tres viajeros polacos, que enrolados en los ejércitos, primero de Carlos V y luego de Felipe II, recorrerán España camino de sus compromisos bélicos. No son muchas las referencias que tenemos de la ciudad anteriores a la eclosión del  fenómeno viajero por nuestro país, primero por los viajeros ilustrados y luego, y muy especialmente, por los románticos. Por ello el libro de Liske tiene un doble interés ya que, por un lado, nos descubre a viajeros que por una razón u otra pasaron por Jerez en fechas muy anteriores al fenómeno viajero, pero sobre todo descubrimos en estos testimonios la imagen de una ciudad que aún no tenía como sello distintivo y foco de atracción para los foráneos  sus vinos. Una ciudad, en definitiva, más cercana a la imagen medieval y sus servidumbres bélicas que a la de la transformación urbanística provocada por las construcciones bodegueras. No son extensas las referencias encontradas, pero sí  muy curiosas, sobre todo en el más extenso de los textos sobre nuestra ciudad, obra del germano polaco Erich Lassota que el 6 de mayo de 1580 desembarca en el Puerto de Santa María con un regimiento alemán al servicio de España, para la conquista de Portugal, y nos dejaba constancia de la hostilidad de Jerez para acoger las tropas: “la bandera de nuestro coronel tenía que ser trasladada de el  Puerto de Santa  María a  Jerez para los cuarteles de invierno; mas los habitantes opusieron resistencia, alegando de que estaban libres de gente de guerra si no querían aceptarlas de buena gana…” Un rosario de breves y casi desconocidas referencias a Jerez, pero también a otras localidades gaditanas, como Cádiz, El Puerto, Sanlúcar, Tarifa o Medina Sidonia, hacen de este libro algo más que una curiosidad bibliográfica. Ramón Clavijo Provencio.

RELACIONES

“El mapa y el territorio” es la última novela del siempre polémico escritor francés Michel Houellebecq que, como todas sus obras, no deja a ningún lector indiferente, y menos aún a la crítica, que rastrea en cada línea las virtudes de su prosa, si aquella le es afecta; o los más nimios defectos si, por el contrario, no es de su particular gusto o afición. Sin ir más lejos, los pasajes que el escritor copia de Wikipedia ya fueron motivo de censura por la propia fuente de información utilizada; y sin embargo, la novela obtuvo el Premio Goncourt, el galardón más prestigioso de las letras francesas. Mi compañero Ramón ha manifestado en varias ocasiones en esta misma página su admiración por esta última entrega del que sin duda es el escritor más célebre del país que tanta envidia nos tiene. Por mi parte y en esto de elogiar a Houellebecq creo que he ido más lejos que mi amigo en esta misma página, y sin riesgo de caer en fanatismos literarios, no dudaría en calificar a este autor como uno de los grandes novelistas actuales, seguramente candidato al Nobel en poco tiempo, aunque mucho me temo que los suecos lo rechazarán, porque no suelen ver con buenos ojos a esos escritores cuya vida y costumbres son, cuando menos, poco convencionales. Pero vayamos a “El mapa y el territorio”. Si tuviera que entresacar una nota de las muchas que podría destacar de esta novela, yo me inclinaría por el sentido crepuscular de las relaciones humanas cuando llegados a una edad se siente con más angustia el paso del tiempo y, con éste, la sensación de pérdida y, en consecuencia, de algo, cosas, gestos irrepetibles. Y es la despedida de los personajes el símbolo o la manifestación más ejemplar de ello. Cuando el protagonista, Jed Martin, se despide de su padre después de pasar la Nochebuena, o cuando le entrega el retrato al propio Houellebecq, o cuando se cita con su galerista Franz para poner en venta el mismo cuadro recuperado, es Jed quien se da cuenta con resignación de que puede ser la última vez que los vea. Incluso y para no poner ejemplos del mismo personaje, el comisario Jasselin tiene esa sensación de momento irrepetible cuando está comiendo con su compañero Ferber en el pequeño restaurante de París que ha elegido para despedirse de él, una vez que ha conseguido su jubilación. Y sin embargo, no son personajes tristes, apenados por la pérdida de un amigo o un familiar; parecen más bien conformes con una vida, un tiempo que no les va a permitir, o ellos mismos no quieren, volver a entablar una relación que ha tocado a su fin o, al menos, algunos de ellos así lo entienden. ¿Para qué forzar situaciones o amistades que pueden considerarse cerradas cuando tuvieron en otro tiempo su sentido y su provecho? ¿Para qué prolongarlas hasta el desgaste, hasta el tedio? Final de trayecto (porque eso parece: amistades de tren que se dan por concluida cuando cada pasajero decide apearse), en el que no hay tristeza ni amargura. Sólo les falta por decir: “fue bonito mientras duró”, pero eso es imposible en Houellebecq, mejor un “c’est la vie”. José López Romero.