Echando la vista atrás hacia mis últimas lecturas, las fructíferas y las que terminaron en fracaso, creo que el balance no ha sido insatisfactorio, y eso que el panorama no es nada alentador, todo lo contrario…Veamos, si de todo lo que se publica en un año cualquiera hiciéramos un expurgo general, si ello fuera materialmente posible, y de esos miles de títulos apartáramos los refritos, bagatelas, historias mil veces contadas bajo mil títulos distintos, si pudiéramos, repito, hacer ese universal expurgo, aún nos encontraríamos otra horda de miles de títulos que mínimamente podrían justificar su salida al mercado, por lo que, como entenderán, es difícil seguir creyendo en la literatura. No es de extrañar que nos pueda asaltar el deseo, como al Pepe Carvalho de Montalbán de quemar libros, algo que lleva a la práctica a través de muchas de las novelas de las que es protagonista. Hoy no nos podemos fiar, si alguna vez fue recomendable hacerlo, de los criterios de selección que hacen llegar los libros a nuestras manos (por cierto, criterios inexistentes en los portales de las editoriales virtuales). Pero pese a todo nos sigue sorprendiendo la ascensión de algunos libros , y cómo otros cuyos autores alguna vez escribieron algo atractivo, aprovechan el flujo de su primer éxito para catapultar con esa propaganda títulos posteriores sin ningún interés. Autores de nombre reconocido, que no dudan en ir desprestigiándose haciendo valer con cada nuevo libro los ecos gloriosos del pasado. Aún así, pese a las trampas del mercado editorial, a sus engaños resulta milagroso cómo algunos títulos de desconocidos han logrado con el boca a boca llegar al gran público o cómo notables escritores han sido fieles al prestigio alguna vez ganado y cada nuevo libro no sólo han sabido mantenerlo sino incrementarlo. Son estos casos singulares, suficiente para seguir manteniendo nuestra atracción por la literatura. Este último año, libros como Los enamoramientos (Julián Marías), El mapa y el territorio (Houllebecq), Némesis ( Roth), De un dios menor (José Mateos), Bajo el influjo del cometa (Jon Bilbao), La fiesta del oso (Merino), entre otros, no muchos más, la verdad, nos permiten seguir teniendo esperanza. Ramón Clavijo Provencio
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