sábado, 5 de noviembre de 2011

QUINCE AÑOS DESPUÉS

La pasada semana se celebraron en nuestra ciudad unas Jornadas sobre Asta Regia, patrocinadas por el Ateneo  y en homenaje al primer arqueólogo que excavó sobre aquellos terrenos, Manuel Esteve Guerrero. También hace ahora quince años, publicaba un servidor una biografía del personaje que si bien fue el primer intento de rescatar su figura  del olvido, me ha dejado con la perspectiva que dan los años un sabor agridulce. Y es que si bien en ella  ponía en primer plano  los trazos más importantes de su personalidad y de lo que significó su figura para la cultura, la falta de medios y las prisas por sacar aquella publicación hicieron que se quedaran en el tintero o no se pulieran o matizaran asuntos sobre los que hubiera sido muy interesante profundizar. Pecados de juventud. Pero lo cierto es que  a día de hoy y con motivo de la oportuna reivindicación que hace el Ateneo de  actuaciones sobre el olvidado pero lleno de futuro yacimiento de Asta Regia,   y donde hoy se hace patético observar un desvencijado cartel de la Junta de Andalucía advirtiéndonos que estamos en zona arqueológica donde hace setenta años Esteve hiciera con un reducido grupo de obreros las primeras catas, ha vuelto a reivindicarse fugazmente la importancia cultural de su figura. El doctor y prehistoriador de la UCA José Ramos, en el inicio de su intervención en la primera ponencia de las Jornadas, dedicó unas sentidas palabras al profesor Esteve, a su lucha contra la falta de medios y la incomprensión de los dirigentes de la época, que poco o nada hicieron para aportar medios  que hicieran progresar los esfuerzos del entonces bibliotecario y arqueólogo Municipal. Muchas veces se ha justificado esa falta de medios de los que se quejaba Esteve en sus cuadernos de campo, y en la documentación administrativa que ha llegado a nosotros, en la propia penuria del periodo histórico que le tocó vivir. Estamos hablando de mediados  de los años cuarenta, es decir, en la época aún álgida de la postguerra. Pero el apoyo institucional en otros lugares del territorio peninsular a otros proyectos arqueológicos, nos hacen pensar que algo sigue oculto en torno a la figura de Esteve y que  afectó a sus iniciativas en el campo de la arqueología. Estoy convencido de que en  los cuadernos de campo de Manuel Esteve se esconden las respuestas a muchas interrogantes que hoy planean sobre este personaje, al igual que en la documentación administrativa que abarca la  dilatada época en la que estuvo al frente de la Biblioteca y Museo arqueológico Municipal.  De algunas de esas respuestas escarbé su superficie en el libro que les mencionaba al inicio (“Manuel Esteve, medio siglo de cultura jerezana”, BUC, 1996),  otras intuyo siguen ahí, escondidas en sus textos, esperando que alguien termine por descifrarlas.  Ramón Clavijo Provencio  

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