sábado, 26 de noviembre de 2011

EN LA MISMA CAMA

 “En nuestra casa yo dormía al lado de mi mujer. Enseguida se vio que tenía un sentido muy desarrollado de lo doméstico… Entonces me di cuenta de por qué las mujeres aman a sus casas y sus hogares más que a sus maridos. Son ellas las que preparan el nido para los que han de venir, y las que con inconsciente alevosía enredan al hombre en una complicada red de pequeñas y diarias obligaciones, de las que ya nunca se pueden deshacer… Era nuestra casa, era mi mujer. La cama se vuelve un hogar secreto… y amamos a la mujer que nos espera allí sencillamente porque está mano. Allí está ella disponible a todas horas de la noche.” Se me ocurrió no sé cómo (a veces se cometen unas imprudencias que después cuestan mucho esfuerzo hacerte perdonar) leerle a mi mujer este pasaje de la novela “La Cripta de los Capuchinos” de Joseph Roth, y la mirada que me echó no es para describirla ni compararla. Si yo suscribía –me reprochó- esa definición de matrimonio, que estaba muy equivocado y que eso de estar a mano y disponible a todas horas de la noche no era precisamente un halago. “Tú no ves. Con maridos como esos que piensan así, no me extraña que una mujer quiera más a su casa que al mastuerzo que se acuesta a su lado.” El chorreo que me cayó tampoco es para contarlo. Está claro que desde 1938, año en que se publica “La Cripta de los Capuchinos”, la relaciones de género han cambiado y, si por algo se puede caracterizar el siglo XX, además de las terribles guerras, es en lo positivo por el paso adelante de la mujer en la sociedad reclamando el sitio de privilegio que le corresponde. Digamos que, aunque todavía queda mucho camino por recorrer, el “sentido de lo doméstico” es compartido. Como también, entrando ya en terreno de las teorías sociológicas, tanto el hombre como la mujer buscan para “dormir a su lado” a alguien lo más parecido a ellos en estudios, economía, familia, etc. Algunos hasta de su propio barrio. Cada uno busca su igual hasta en lo físico, me atrevería a apuntar. A pesar de que una de las grandes lacras de esta sociedad actual sigue siendo la llamada “violencia de género” que lejos de mitigar, lamentablemente aumenta. Y viene esto a cuento porque no sé dónde he leído que en las escuelas se está observando un rebrote de machismo, hasta en las adolescentes femeninas, que podría parecer a estas alturas más propio de las cavernas. ¿Un problema más que añadir al sistema educativo? ¿cuánta responsabilidad tenemos profesores, padres, sociedad en general y medios de comunicación en la transmisión de valores? El protagonista de Joseph Roth sufre el declive de su mundo aristocrático e indolente de la Viena de la Primera Guerra Mundial, nosotros, a un siglo de distancia, asistimos con la misma irresponsabilidad y dejadez a la misma destrucción de nuestro mundo, a la pérdida de una ética que no somos capaces de transmitir a nuestra juventud. “A propósito. ¿No has leído hoy en el periódico la historia de Patrizia Reggiani, la viuda asesina de Gucci?” –me soltó como al desgaire mi mujer. Todavía no me explico ese “A propósito”. José López Romero.  

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