viernes, 24 de junio de 2011

FOUCHÉ

A los fieles lectores (que Dios se lo pague) de esta página no se les escapará que la estampita del gran escritor austríaco Stefan Zweig es una de las que ocupan uno de los lugares de honor en mi mesita de noche. Y no sólo por sus libros, sino porque su compromiso personal con el tiempo que le tocó vivir traspasa los límites del magnífico escritor, para convertirlo en un ejemplo de vida. Un compromiso que se deja notar con más fuerza en las biografías que fue escribiendo de célebres personajes, ésos que se mueven entre las luces y las sombras de las páginas de una historia de la que quisieron, y algunos lo lograron, ser protagonistas. Entre ellos, hay un personaje de los biografiados por Zweig que se puso hace unos meses de actualidad. Cuando don Alfredo Pérez Rubalcaba se postuló por aquellos días como sucesor a la corona de Zapatero (de espinas para los españoles), algunos periodistas ingeniosos subtitularon a Alfredo (como ahora quiere que se le llame) “el genio tenebroso”, a la manera en que Zweig calificó a José Fouché, aquel ministro de Napoleón que supo como nadie desde los primeros años de la Revolución francesa hasta el reinado de Luis XVIII ir dejando cadáveres de enemigos a su alrededor sin apenas mancharse la ropa; caso de Robespierre. Son ejemplos del político por el que pasan legislaturas, crisis de partido, derrumbes económicos, sociedades empobrecidas, generaciones sin futuro, y ellos siguen, impasible el ademán, como si su chaqueta fuera una coraza que lo protege de cualquiera de estas contingencias, ésas que a los demás nos hunden todos los días y cada vez más en la miseria. Son personajes que impregnan las páginas de la historia con el olor inmundo de las cloacas del poder, en las que cualquier honestidad o lealtad es pura coincidencia o un accidente tan involuntario como imperdonable. La magnífica biografía de Zweig insiste en esas sombras, en la oscuridad de un hombre hecho para la intriga y la falta de escrúpulos. De tanto Fouché, líbranos Señor. José López Romero.

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