sábado, 18 de junio de 2011

DEMASIADOS FIAMBRES

Hace unos años, en las páginas de esta misma sección dedicada a los lectores, bromeaba con una frase del famoso autor de novela negra John Connelly: “no puede escribirse un libro que llegue al gran público sin un crimen”.   Por entonces la novela histórica copaba la atención del público (todavía lo hace, aunque más tibiamente), pero ya se intuía  el inmenso empuje que estaba experimentando la novela negra, fruto de la atención de un número creciente de lectores. Aún no había irrumpido en el panorama literario de nuestro país esa legión de autores nórdicos, aunque el fenómeno de Millenium surgido de la mente de Larson estuviera en ciernes, y sólo Henning Mankell con su serie sobre el inspector Wallander empezaba a llamar nuestra atención, atrayendo hacia la novela policiaca o negra (aunque quizás el término utilizado por Connelly “libro con crimen” sea más certero) a muchos que como yo hasta ese momento no habían sentido un interés especial por el género. ¿Qué es lo que ha pasado para que de unos años atrás este tipo de literaturas arrase? Es cierto que la novela negra, como la histórica,  siempre han contado con un elevado número de seguidores, pero resulta curioso que los apasionados por los personajes en su día creados por Simenon, Chandler , Agatha Christi, Patricia Highsmith o Vázquez Montalbán,  por citar algunos de los más notables, miren con cierto recelo este fenómeno que como comentaba Connelly, más que novela negra es novela con crímenes. Lo que queremos decir es que quizás no estemos asistiendo a un éxito sin precedentes del género negro entre los lectores en esta última década, sino más bien al éxito de un sucedáneo del mismo. La novela negra en la actualidad sigue teniendo sus autores clásicos que continúan la estela de los maestros, algunos de los cuales hemos nombrado más arriba. Incluso se celebran anualmente  eventos  que como “la Semana negra” de Gijón tratan de mantener los signos distintivos del género. Pero es evidente que la mayoría de las novelas que hoy se califican con cierta frivolidad como “negras”, lo único que tienen en común con ellas es que en sus páginas hay crímenes que resolver. En las primeras novelas de P.D. James, como las de Donna Leon o Mankell, John Connelly o más recientemente Philip Kerr.  También en la serie protagonizada por  Mariana de Marco de José María Guelbenzu, ya en nuestro país, identificamos muchas de las características que auparon al género negro cautivando a generaciones de lectores. Sin embargo, los últimos años  una marea de libros se solapa al calor de este fenómeno, como ya pasó y sigue pasando con la novela histórica. Hoy parece, como ya advirtiera Connelly, que no se puede escribir un libro con garantías de que lo lean, si no contiene entre sus páginas  al menos un cadáver (en nuestro país las últimas que se apuntan al carro son Ángela Vallvey y Susana Fortes). Resultado: a día de hoy, y entre tanto fiambre, es difícil encontrar una buena novela negra. Ramón Clavijo Provencio 

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