viernes, 18 de marzo de 2011

NI PRIMERA, NI ÚLTIMA

No fue aquélla la primera vez ni, seguro, será la última. Hace unos días algunos medios de comunicación volvían a poner de actualidad una pequeña pero muy interesante biblioteca que allá por 1992 se había descubierto emparedada entre los muros de una casa, a la que su dueña iba a hacerle algunas reformas. El lugar de este descubrimiento: Barcarrota, provincia de Badajoz, de apenas unos 4000 habitantes y cercano a la N-435. ¿Su propietario? Se supone que fue un judío portugués que, antes de huir a su país natal por miedo a la Inquisición, prefirió el emparedamiento de los libros, antes que su quema y desaparición. Y aunque en la segunda mitad del siglo XVI, periodo en que puede fecharse la biblioteca, Barcarrota no pasaría de ser una triste aldea, perdida en la geografía extremeña, el judío no las tendría todas consigo sabiendo lo largo que a veces puede llegar a ser el brazo siniestro de la represión. Entre las joyas bibliográficas encontradas, un ejemplar de “El Lazarillo” salido de la imprenta de los hermanos Mateo y Francisco del Canto en Medina del Campo, en 1554, es decir, el mismo año en que también se editó en Burgos, Alcalá y Amberes, que se tienen como las primeras ediciones de la gran novelita de Diego Hurtado de Mendoza. Y como ya decía, no ha sido ésta la primera vez que se encuentra una biblioteca emparedada, ni será tampoco la última. Pero después de veinte años de su descubrimiento, ¿por qué ahora vuelve a la actualidad este hallazgo? Pues porque hasta hace poco no se ha podido recuperar otra de sus joyas: una nómina o sello acuñado en Roma el 23 de abril de 1551 “extraviado” y milagrosamente recuperado en cuanto la propietaria de la casa y vendedora de la biblioteca a la Junta de Extremadura, se dio cuenta del “extravío”. Los tortuosos caminos de la desaparición y posterior resuperación de esta pieza son, como los de Dios, inextricables, y su detalle se lo ahorramos al lector. Valga, haciendo un apresurado resumen, como conclusión que un alto cargo de la política nacional “se lo llevó a su casa”. Y ustedes se preguntarán ¿pero hay políticos que sepan de joyas bibliográficas? De todo hay en la viña del Señor, y más si son “regaladas”. Yo me permitiría añadir a modo de augurio: ni ha sido ésta la primera vez, ni será, seguro, la última. José López Romero

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