miércoles, 24 de noviembre de 2010

BOOKCROSSING

Con este término anglosajón  se reconoce la práctica  de depositar libros en la vía pública con el objeto de que la gente los coja libremente y los lea, con el compromiso posterior de que sean nuevamente depositados   en la calle, para que así (ilusos) el libro siga ese viaje de lector en lector.  Todo suena muy bonito, pero realmente utópico, al menos en nuestro país. Les comento esto pues hace unos días en Madrid se liberaron 30.000 libros por distintas zonas de la capital, la mayor apuesta por el Bookcrossing hecha hasta ahora. Como habrán intuido, soy más bien pesimista sobre esta idea surgida en 2001, y lo que  sospecho  es que millares de  libros de los que les hablaba, desaparecerán destruidos por iletrados o gamberros, o simplemente saldrán del circuito cuando muchos de los que se hagan con ellos decidan dejarlo en alguna estantería de casa de la que jamás escaparán.  Si esta sospecha mía se acerca a la realidad  -no es la primera vez de la que tras una rimbombante puesta en escena, miles de libros, o los que quedo de ellos, terminaron dando trabajo a los servicios de limpieza de alguna ciudad-  sería para preguntarse  si no hubiera sido mejor distribuir esos impresos entre las bibliotecas, donde sí que  se garantiza el préstamo público, y que los libros una vez leídos sean devueltos a esos centros públicos para seguir sirviendo a los lectores.  En fin, amigos, que a mi el Bookcrossing me parece una chorrada como otra cualquiera (y no crean que no estoy enterado de la existencia de asociaciones y foros virtuales que promueven esta forma de entender la lectura), pero soy de la opinión de que  estos tiempos que corren no están para despilfarros, por muy originales, que no eficaces, nos puedan parecer algunas ideas. Por cierto,  si ésta   cuando surgió fue  llamativa por lo original,  ahora, cuando se cuentan por desastres  cada nueva “liberación” de libros de la que nos enteramos, sería bueno que no insistiéramos tanto en la publicidad de cada nueva “suelta” de libros, y más en los resultados conseguidos a posteriori –de los que casi nunca tenemos noticias- por lo menos para ver si con ellos nos convencen a los escépticos. Ramón Clavijo Provencio

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