miércoles, 20 de octubre de 2010

DEL FUTURO

Me encuentro en mi librería de guardia a una buena amiga que busca un libro. Me explica que  ha localizado dos ediciones, pero creo –me dice- que me voy a llevar esta, más cara y mejor editada, y  así podré seguir formando una  biblioteca con ciertas garantías. ¿No crees, Ramón?  La felicito por su decisión y tras despedirme me pierdo por las galerías de libros, aún gratamente sorprendido porque  en estos tiempos alguien aún piense en transmitir la idea de lo conveniente de formar una buena biblioteca. Y es que lo que parece imponerse entre muchos lectores es la idea contraria: una vez se van asentando los e.books, parece se terminó el tiempo de las bibliotecas particulares, con sus muebles atestados de libros, que tanto espacio  ocupan en nuestros domicilios.  Es cierto que son muchas las dificultades para hacerse y mantener una buena biblioteca, aspiración lógica a la que de todas maneras se ve abocado cualquier buen lector. De ellas nos da cuenta de una manera  divertida y amena   Jesús Marchamalo en su libro “Tocar los libros”, con el que salí bajo el brazo aquel día de la librería, pero me temo -¿o más bien me alegro?- , y  me refiero a las dificultades, que estas seguirán para los buenos lectores pese a los e.books. Quizás sea una intuición, un presentimiento, pero yo mismo les confieso que cuando comencé a conocer las ventajas evidentes que los e.books podían proporcionarnos, sobre todo en cuanto a almacenamiento, transporte y accesibilidad rápida a lo que buscamos, la única consecuencia, y quizás ni siquiera negativa, que el aparatejo en caso de adquirirlo presentí me podría traer, es el de obligarme a ser más escrupuloso en mis adquisiciones.  Seguiré adquiriendo en papel las ediciones de los libros que más deseo, o libros cuyas ediciones por sí mismas hacen una tentación insoportable no dejar de poseerlas. Al e.book, en cambio, lo dejaré  como refugio de otros libros a los que no necesite acariciar, ni recordar, todo lo más leer circunstancialmente para luego almacenar por si acaso, sin que sea un agobio para mi domicilio. Y es que como cualquier otro  lector, como la  amiga del comienzo de estas líneas, pese a los e.books seguiré aspirando a reunir en papel  una buena,  aunque quizás menos numerosa, biblioteca. Ramón Clavijo Provencio.  

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