sábado, 5 de junio de 2010

NUEVOS TIEMPOS


En estos tiempos de crisis, en el mundo de la cultura tocan madera. Es lógico, si en época de bonanza nunca fue ésta una de las principales preocupaciones del país, ahora ya se pueden imaginar. Los recortes llueven para todos, y aquí parece que la tormenta va a ser mayor. Pero miren por donde en este capítulo hay una cosa de la que me alegro, y es de que de una vez por todas empiecen a desaparecer las numerosas subvenciones que, con dinero público, se han estado concediendo a diestro y siniestro, la mayor parte de las veces sin criterios serios, a colectivos variopintos de los que poco importaba que estuvieran integrados por media docena de amiguetes, o que encallados en el pasado hubieran perdido hace tiempo su anclaje con la sociedad. Así, durante los últimos años fueron proliferando por un lado curiosas asociaciones “culturales” que compartían la tarta de la subvención pública con otras que añoraban descaradamente el pasado sin propósito de enmienda. Todo ello pasaba en detrimento del verdadero asociacionismo cultural, algo siempre beneficioso para la sociedad y que la mayor parte de las veces avanza sin que tenga que ser cuestión de vida o muerte la llegada de la subvención de turno. Pues bien, que se preparen unos y otros para esta nueva etapa, pues como en la teoría de la evolución de las especies, ya solo sobrevivirán las más fuertes, las que mejor se adapten a la nueva situación que es tanto como decir las que la propia sociedad considere como necesarias Por ello, no tengo ningún cargo de conciencia por alegrarme de la segura desaparición en nuestra ciudad de “los amigos de los escritores que no aprendieron a leer”, o porque tiemblen los cimientos en forma de subvenciones, de esa gerontocracia de “los caballeros de la santa medalla”. Aunque no lo crean, tengo esperanzas de que esta difícil época que ahora se abre sea fructífera para el verdadero asociacionismo cultural, pues de camino quizás se lleve por delante a tantos oscuros personajes que llevan demasiado tiempo deambulando por los recovecos de la cultura, en su viaje a ninguna parte. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

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