miércoles, 19 de mayo de 2010

LA GOLFEMIA


Salvador María Granés fue uno de esos escritores que gozó de fama y reconocimiento público por sus habilidades en un género tan español como la parodia. En ‘La realidad esperpéntica (aproximación a ‘Luces de bohemia’)’, libro que por otra parte citaba hace unas semanas, Alonso Zamora Vicente nos ofrece una exhaustiva relación de todas las óperas, zarzuelas y numerosas obras de teatro que sufrieron las versiones paródicas de Granés, fecundo libretista del género. Así, ‘Dos fanatismos’ de Echegaray se convirtió en ‘Dos cataclismos’; ‘La pasionaria’, de Leopoldo Cano, se trocó en ‘La sanguinaria’; ‘Thermidor’, drama de Sardou, pasó a llamarse ‘Thimador’; la ‘Tosca’ de Puccini, en ‘La fosca’, y así una larga y prolífica lista que el lector curioso puede también consultar en la Biblioteca Virtual Cervantes, donde puede encontrar los textos de muchas de estas obras, entre ellas ‘La golfemia’, parodia de la ópera ‘La bohème’ de Puccini, que se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el 12 de mayo de 1900. Zamora Vicente confiesa que no puede precisar la vigencia oral de la palabra “golfemia”, pero debió de circular con profusión en la conversación ordinaria, ya liberada de su origen literario. Una mezcla de golfería y bohemia “que nos lleva a través del ambiente de un Madrid absurdo, brillante y hambriento. El mundo de artistas pobretones, desmelenados… un eco más o menos cercano de los personajes de la ópera de Puccini queda aún en la parodia: Mimí se convierte en Gilí; Rodolfo, en Sogolfo; el músico queda en organillero; Marcelo, pintor, se convierte en Malpelo, pintor de brocha gorda”. Lo importante de la parodia como mecanismo consiste en dejar siempre al menos una pequeña pista que le permita al lector o al espectador reconocer al personaje parodiado. Hoy, la golfemia, como clase social, no la constituyen artistas pobretones y hambrientos de un Madrid finisecular que abría los ojos al nuevo siglo XX. Si Granés levantara la cabeza y cogiera la pluma, pintaría una España llena de golfos de coche oficial, de maletines y empresas, de despilfarro o apropiación de dinero público, de jueces prevaricadores, gentuza que A. Machado definía perfectamente: “trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes”. ¿Nombres? No hace falta ni deformarlos ni citarlos porque lamentablemente todos los conocemos. ¿Y los artistas? Panda de pelotas subvencionados, lameculos de la ceja, que deshonran a aquella otra golfemia, la más honesta, de pobretones y hambrientos; esa golfemia que nos pintara Valle-Inclán en la heroica figura clásica de Max Estrella. José López Romero.

No hay comentarios: