miércoles, 21 de abril de 2010

EL COLECCIONISTA


Era una vivienda modesta. Pocos muebles y funcionales, nada fuera de lo común. Pero entre aquellas cuatro paredes, a lo largo de los pocos metros cuadrados, se desplegaba un muy interesante tesoro, solo que este era invisible para la mayoría de los pocos que hasta ese momento habían franqueado la puerta de entrada al apartamento. Aquel hombre había fallecido solo, desgraciadamente un hecho que se repite con demasiada frecuencia en nuestras mega ciudades. Lo cierto es que nadie había echado en falta al anciano los días posteriores al suceso, hasta que el olor que despedía la vivienda se hizo evidente para los vecinos, que finalmente llamaron a las autoridades. La sorpresa llegó luego, más tarde, cuando entre aquel pequeño ejército de funcionarios del municipio y sanitarios, alguien se detuvo sorprendido frente a un pequeño grabado enmarcado modestamente, aunque su contenido era digno de exhibirse en la galería de un palacio. A partir de ese momento los intrusos por obligación de aquella casa, fueron descubriendo muchos más, unos enmarcados, siempre con modestia, otros entre las estanterías de una nutrida biblioteca donde lo raro era encontrar ediciones recientes, y sí en cambio viejos libros de bellas encuadernaciones. Y es que lo que al principio pasó desapercibido, resultó ser todo un descubrimiento: aquella modesta vivienda tenía colecciones de grabados y ediciones bibliográficas excepcionales. Al parecer, según un vecino, el único con el que el fallecido cruzaba algunas palabras, en algún momento el hombre antes de fallecer tuvo intención de donar su colección a la administración, pero nadie lo tomó en serio. Una historia parecida a la que les acabo de relatar, con algunas variaciones, tuvo lugar en nuestra ciudad hace algunos meses. Sobran los comentarios. Ramón Clavijo Provencio.

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