miércoles, 13 de enero de 2010

PEQUEÑAS COSAS


Creo que fue Conan Doyle el que alguna vez escribió aquello de que “las cosas pequeñas son infinitamente las más importantes”, aunque me temo que los tiempos que corren son, por el contrario, de congoja por asuntos más lejanos. Así, con la oreja pegada al transistor y la vista paseándose frenética desde las páginas del periódico a cualquiera de las imágenes que nos lanzan los informativos televisivos, tratamos de entender los asuntos que nos llegan de lugares lejanos como Kabul, Copenhague o Dakar. Puedo estar equivocado pero vivimos una época donde parecen ocupar un papel secundario en nuestras preocupaciones cotidianas asuntos cercanos, léase el del itinerario del futuro tranvía urbano, si los comerciantes salvarán el año con la campaña navideña, o si lo del nuevo partido político gitano tiene futuro, que es tanto como decir razón de ser. En cambio, mientras nos desperdigamos por las ventas de los alrededores a comer un ajo caliente y beber el primer mosto, debatimos no sobre el galopante paro, no, sino sobre huelgas de hambre que hacen temblar gobiernos o las nuevas teorías sobre el fin del mundo, recuperadas una vez que los profetas han superado el fiasco que les supuso el 2000. En torno a esto último me dicen que en las librerías jerezanas se agotan los libros de tinte catastrofista, sobre todo los que recogen las múltiples interpretaciones del calendario maya sobre el fin del mundo, o aquellos otros que nos advierten sobre las consecuencias del cambio climático. En fin, que hojeando algunos libros acumulados de pasadas compras en mi biblioteca, me topé con este “Viaje a Oxiana” de Robert Byron, libro editado por vez primera en 1937, y en concreto con una de las frases que deja caer el autor, como quien no quiere la cosa: “Con el tiempo los afganos harán algo terrible con sus invasores, quizás despertar a los gigantes dormidos del Asia Central”. Interesante libro este para que lo leyera más de un mesiánico dirigente político, seguidor de esa nueva filosofía de la “guerra justa”. Quizás, con estas y otras lecturas, sobre todo de historia, dejaríamos una época de despropósitos para retornar a la que ya cantara el viejo Doyle: la de las miserias y satisfacciones de las pequeñas cosas. Ramón Clavijo Provencio

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