sábado, 5 de diciembre de 2009

LA ESCUELA DE LA IGNORANCIA


El otro día comentábamos mi compañero y amigo Agustín y yo las deficiencias lectoras de los alumnos actuales, y él ponía un ejemplo muy claro: “si en una relato aparece –me decía- la expresión “un bosque de baobabs”, ¿qué puede ser un baobab? Les pregunto a mis alumnos, y ninguno es capaz de acertar con una respuesta; porque no saben relacionar el contexto: si es un bosque, el baobab no puede ser otra cosa que un árbol”. Y es curioso que leyendo un librito titulado “La escuela de la ignorancia” me encuentro con el siguiente párrafo: “En 1983, el rectorado de Niza realizó una encuesta a cerca de 12.000 alumnos de 1º de Enseñanza Secundaria. El 22,48% no sabía leer y el 71,59% era incapaz de comprender una palabra nueva a partir del contexto”. Han pasado 26 años entre la encuesta de los alumnos de Niza y la anécdota de mi amigo Agustín, y yo no sé cómo andará hoy en día el nivel lector de los franceses, pero sí conozco y me lamento del nivel de nuestros alumnos. Pero en esto de la educación lamentarse sirve de bien poco; es más, a veces para lo único que sirve es para cruzarse de brazos porque la solución es tan compleja –se excusan casi todos- que es inútil ni siquiera intentarlo. Y sin embargo, yo creo que por ser tan evidente y tan descaradamente sencilla, se le tiene miedo a ponerla en práctica. Basta con suprimir los manuales de la enseñaza primaria, y hasta de los dos primeros cursos de la E.S.O., y sustituirlos por un ordenador para que el alumno empiece a adquirir competencia en las nuevas tecnologías, periódicos en las aulas para que desarrollen un conocimiento de la realidad que les rodea y preparen su inteligencia crítica, y libros de lectura. ¿En clase? Lectura y escritura, sobre todo, y una enseñanza basada en ámbitos de conocimientos muy básicos. Tan sencilla la solución que da hasta vértigo. “La escuela de la ignorancia”, escrito por el francés Jean-Claude Michéa, es, más que un librito, una llamada de atención contra una escuela que ha dejado de dar ese servicio social que consistía en transmitir la cultura, formar el espíritu crítico y hacer a los hombres y mujeres libres, para convertirse en estabulación de analfabetos funcionales. El peligro del que nos avisa lo podemos resumir en otro fragmento: “Entendemos por “progreso de la ignorancia” no tanto la desaparición de los conocimientos indispensables… sino el declive de la “inteligencia crítica”; esto es, la aptitud fundamental del hombre para comprender a un tiempo el mundo que le ha tocado vivir y a partir de qué condiciones la rebelión contra ese mundo se convierte en una necesidad moral”. Quizá es eso lo que se pretende, porque la ignorancia es una manera, la más perversa, de esclavitud y dominio. José López Romero.

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