miércoles, 7 de octubre de 2009

PENITENCIA


A diferencia de mi querido compañero de página, yo, lejos de sufrir de lumbalgia por el peso de las novelas de Stieg Larsson, en cuanto terminé de leer este verano el primer tomo (único de la trilogía que por ahora he leído), me apresuré a ir a la iglesia más cercana a ver si había un confesor-24 horas, que me pudiera absolver del pecado de lesa lectura que acababa de cometer. “Padre. Me acuso de haber leído un best-seller” –musité contrito-. “¿Cuál, hijo mío?” –me respondió entre comprensivo y bondadoso el cura. “Los hombres que no amaban a las mujeres, padre” –le respondí. “Eso no es un best-seller, hijo; con ese título más bien debería ser un clásico. Y si no, a los lamentables hechos de todos los días me remito”. “Pero, padre, es que es un best-seller”. “¡Ah! En ese caso, el pecado es realmente grave. Vete a tu casa y ponte, con los brazos extendidos, en cada mano un tomo de la trilogía, ya verás como se te quitan las ganas de leerlos”. Sin duda me había tocado un cura de la vieja escuela, ¡Vaya mala leche de penitencia! A pesar de voces como la de Donna Leon, experimentada escritora del género policíaco, que en varias ocasiones ha criticado con dureza las novelas de Larsson, e incluso el otro día le leí un artículo a José Mª Vaz de Soto, excelente profesor, que también en su análisis de la trilogía de “Millenium” encontraba errores y tildaba de facilón el estilo de Larsson, demasiado condescendiente con el lector, hay otros escritores, como Vargas Llosa, que a pesar de reconocer en la narrativa del escritor sueco algunos fallos tanto estructurales como estilísticos, augura que son novelas que perdurarán porque son amenas, entretiene a cualquier lector. Y eso es, aquí y en Suecia, sinónimo de éxito. “Pero, padre; es que no le he confesado lo peor. La novela me ha gustado, porque me ha entretenido”. “Pues entonces, con los brazos extendidos y de rodillas”. “Oiga, padre, ¿usted no lee novelas entretenidas? -le pregunté un tanto hostil- “Sí, hijo. Lo que pasa es que yo no me confieso. ¡Con la mala leche que tienen los curas!”. José López Romero.

No hay comentarios: