miércoles, 10 de junio de 2009

RECORDANDO A CHATWIN


Hace dos décadas que la literatura perdía a uno de sus grandes, pero que paradójicamente empezó a destacar en otros campos profesionales antes de ser seguido con admiración por miles de lectores en todo el mundo. Efectivamente, Charwin comenzó siendo un reputado especialista en Arte, que trabajó para Sotheby´s, pero que rápidamente su ansia de ver mundo hizo que cambiara las salas de arte por la redacción del Sunday Times Magazine. Precisamente entrevistando para la mencionada revista a la arquitecta Eileen Gray, en cuya casa vio expuesto un enorme mapa de la Patagonia, decidió romper con todo y, como vulgarmente se dice, “liarse la manta a la cabeza” para marchar a esa Patagonia a la que, como le confesó a Eileen, “siempre deseé ir”. Aquello fue un verdadero viaje al fin del mundo y del que nos quedaría esa joya de la literatura de viajes como es “Viaje a la Patagonia”. Bruce Chatwin fue un incansable viajero pero con una filosofía muy particular, pues hasta su muerte (Burdeos, 1989) creyó firmemente que el verdadero sentido de la vida humana estaba en el nomadismo. En ello radicaba la felicidad y, por tanto, eso explicaría “la infelicidad” de la historia hasta el momento. Esta particular visión fue la que trató de plasmar en sus libros, y si ello resulta evidente en “Los trazos de la canción” o “En la Patagonia”, también aparece en “Colina Negra”, la historia de dos hermanos gemelos que ven transcurrir toda su vida en la oscura y olvidada localidad irlandesa de Rhulen: “El gemelo que nunca se había aventurado más allá de Herefod, como si quisiera sugerir que los auténticos viajes solo se viven en la imaginación, cerraba los ojos y recitaba lo que le había enseñado su madre: “Rumbo al oeste, rumbo al oeste, Hawata navegó, internándose en el crepúsculo incandescente.” Chatwin, el viajero del que un día nos podían llegar noticias desde el desierto australiano, y otras se le veía sobre una tabla de surf en aguas de Trafalgar, también nos dejó antes de tiempo. Ahora hace veinte años. Otra tragedia para la literatura. Ramón Clavijo Provencio

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