jueves, 5 de marzo de 2009

Escritos que anticiparon la crisis


Hoy parece evidente que la bonanza económica, esa tan añorada y que nos acunó durante tanto tiempo, no fue bien aprovechada por los que tenían que gestionarla, y eso pese a que pocos pongan en duda que no hay felicidad que mil años dure. Pues bien, a pesar de que era de esperar que algún día llegarían los tiempos difíciles, casi nadie entre tantos prohombres y mujeres, del campo de la economía, de la política, del mundo empresarial, hizo nada para prepararnos sobre lo que se nos venía encima. ¿Tuvieron suficiente información?, ¿la ignoraron? Si tenemos la curiosidad de rastrear un poco sobre el asunto, nos daremos cuenta de que algunos signos de alarma, al menos de precaución, ya salieron de los talleres tipográficos. Quizás el más conocido fue el informe publicado en 1976 titulado “Los limites del crecimiento”, obra muy denostada en un principio y de la que son autores Donella Meadows, Jorgen Randers y Dennis Meadows (Podemos encontrar una reedición de la misma en Galaxia Gutenberg: “Los Limites del crecimiento 30 años después” , 2006), y que es evidente que nadie tomó en serio, no sabemos si porque eran tiempos para el disfrute y la buena vida y no para la lectura, o porque realmente no se creyeron tales vaticinios catastrofistas (algunos, si somos sinceros, nunca se llegaron a cumplir). ¿Pero por qué la mayoría de los grandes economistas no fueron capaces de anticipar lo que se nos ha venido luego encima? En un interesante artículo publicado en El País, a finales del año pasado, el periodista David Fernández lanza una arriesgada afirmación: Los gurús de la economía no anticiparon la crisis por miedo a disentir y por interés”. Y sentencia: “Muchos analistas también viven del negocio”. Como ejemplo de esto último podríamos poner a Nouriel Roubini, profesor de economía de la Universidad de Nueva York, y que si bien tuvo el mérito de ser uno de los pocos economistas que , allá por 2004, ya empezó a hablar del “crash” de la economía, ahora está haciendo su “agosto” dando conferencias por todo el mundo sobre la crisis, por las que cobra cifras astronómicas. Anécdotas aparte, lo cierto es que hoy, en este país, cuando hemos iniciado una dura transición económica que no sabemos cuánto va a durar, tanto el que conserva con dificultades su puesto de trabajo, como el que se ve regulado por una ERE, o los que ya acampan delante de las oficinas del paro, ven con auténtico pánico, no exento de escándalo, que esos que tuvieron que gestionar los tiempos de bonanza económica y no supieron o quisieron hacerlo, son los mismos que ahora tratan de pilotar esta travesía del desierto. Mientras, nos vamos enterando del rosario de despropósitos a los que muchos de nuestros dirigentes, en todas las esferas del poder, se dedicaban en aquellos felices tiempos de vino y rosas. Ramón Clavijo Provencio

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