miércoles, 11 de febrero de 2009

A primera hora


¿Hoy no viene fulanito? No, y me parece que vamos a dejar de verlo, al menos durante una larga temporada, me contesta mi vecino de barra, en el bar donde tomo el café mañanero. Te acordarás de lo que nos comentó hace algunas semanas de la posibilidades de una ERE en su empresa, pues … No hace falta decir más. Me llevo la taza de café a la boca , y siento el líquido caliente correr por mi garganta. Siempre me pareció el café, me refiero a ese de antes de comenzar la jornada, en el bar de toda la vida, con caras conocidas a mi alrededor, uno de los momentos más placenteros del día. Ahora esto parece estar cambiando. Cada nueva jornada me encuentro con una nueva deserción forzosa, y ya el tema empieza a tomar un color sombrío, como el de los barracones de los pilotos de la RAF, durante la batalla de Inglaterra, cuando trataban de adivinar quién sería esta vez el que no regresaría de entre los compañeros que acababan de salir a una nueva misión. ¿Trágico? Bueno, ustedes dirán si lo soy, ante la marcha de los acontecimientos. ¿Será posible que todo esto empezara hace unos pocos meses con negaciones, por parte de los que gobiernan nuestras vidas, de lo que se nos venía encima? Luego, a la vista de que la “no crisis” acabó por cogernos por la entrepierna, como un astado en la calle Estafeta de Pamplona, asistimos perplejos a su reconocimiento, y consagración. Eso sí, hemos ido pasando de una “crisis” fría, a una templada; de un remedo de la del “29” a la del “73”, de las conocidas como de color pastel a las rojo bermellón…¿y por qué les cuento todo esto en esta columna supuestamente dedicada al mundo de los libros? Verán, he observado desde hace algunas semanas, a la hora del café mañanero, mientras van menguando las filas de la clientela habitual, que un extraño y solitario individuo toma notas sin parar. Y aunque me recuerda vagamente a aquella negra figura del “séptimo sello” de Ingman Bergman, en realidad escribe un libro sobre “la madre de todas las crisis“ y, quizás, la extraña historia de sus mil y un nombres. Ramón Clavijo Provencio

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