jueves, 5 de febrero de 2009

Cuatrocientos


Es fama que cuando se extendió por Europa la lectura de “Las desventuras del joven Werther”, de la misma manera una epidemia de suicidios invadió el viejo continente; más lejos de la intención del gran J. W. Goethe que su novela provocara tal devastación en la juventud europea. Los amores del apuesto Werther hacia la hermosa Carlota, tan desesperados como imposibles, le llevan a ese callejón sin salida que es su propia autodestrucción. Les confieso que yo leí a una edad muy sensible a estos asuntos del corazón esta novelita de Goethe, en la colección de RTVE-Salvat, cuyos ejemplares por aquellos prehistóricos años costaban 25 pesetas, ni que decir tiene que aún conservo (lo tengo ahora entre mis manos) el nº 15. Y aquí sigo; lo que quiere decir que, a pesar de los deletéreos efectos que produjo ese libro, a mí, aunque aún recuerdo la honda impresión que me provocó, ni siquiera se me pasó por la cabeza el suicidio, prefería ahogar mis penas de amor con bocadillos de tortilla (estaba en una edad muy mala). ¿Se preguntarán los autores el efecto que pueden producir sus libros en los lectores? La inmensa mayoría juran y perjuran que no escriben para un determinado tipo de lector, pero seguro estoy de que una de las mayores satisfacciones que se le puede dar a un escritor es que le diga alguien que su libro le dio ánimos para seguir viviendo, o que encontró un enorme consuelo después de una desgracia. Sin ir más lejos, una de las últimas confesiones de Mario Conde ha girado sobre este aspecto: en la cárcel –dice- se leyó unos cuatrocientos libros; entre tantos, seguro que muchos le reconfortarían, muchos otros le harían la vida más llevadera, privado de libertad, y que otros, esperemos, le hayan hecho mejor persona. Sin embargo, hay políticos que o aprenden demasiado de sus lecturas o no han leído nunca un libro que los haya puesto o devuelto a la realidad. Hace unas semanas el Consejero de Trabajo de la nuestra imparable Junta se dejaba caer diciendo que aún mantenía el objetivo de pleno empleo para el 2013, lo mismo estaba bajo los efectos de esas novelas de ciencia ficción que recrean un mundo tan lejano como imposible; y el exsecretario general de CCOO, y hoy reconvertido en flamante diputado del PSOE, Antonio Gutiérrez, en este mismo periódico comentaba que “los mecanismos de la codicia cada vez son más sofisticados”, seguro que una de sus lecturas preferidas son los diálogos de tendencia cínica de Luciano de Samosata. A más de uno habría que darles el tiempo suficiente como para que puedan leerse cuatrocientos libros. José López Romero.

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