martes, 28 de agosto de 2007

El soldado Schwejk



Me refería mi amigo Paco hace unos días el gusto de Calímaco por la literatura breve, por los libros de no más de 200 páginas. Una opción tan respetable como la homosexualidad. Ya se sabe que sobre gustos…
Si nos decidiéramos por seguir con rigor las instrucciones de Calímaco, sólo (¿sólo?) leeríamos poesía, teatro, cuentos y relatos cortos; pero tendríamos muy limitado nuestro acceso a la novela; un acceso con sus ventajas y sus inconvenientes. Entre las primeras, nos evitaríamos leer bodrios como “Los pilares de la tierra” o “El código da Vinci”; pero entre los segundos dejaríamos de leer, por ejemplo, “La colmena” o “El amor en los tiempos del cólera”. Aunque atrás quedarían “El Quijote” o “El Persiles” (libro tan injustamente olvidado), de Cervantes sí podríamos leer las “Novelas Ejemplares”.
Pero si tuviera ahora que lamentarme de dos obras que no podría volver a leer, si me convirtiera en seguidor incondicional de Calímaco, éstas serían “Bomarzo” de Manuel Mujica Lainez, perfecta recreación literaria del Renacimiento italiano a través de mi admirado Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo; y “Las aventuras del valeroso soldado Schwejk” de Jaroslav Hasek. Ambientada la novela en la Primera Guerra Mundial y con una ironía que sólo saben manejar los grandes de la literatura, Hasek se sirve de su protagonista, modelo de idiota-socarrón que por momentos nos recuerda a Sancho Panza, para criticar con dureza la guerra en todos sus aspectos. Lástima que la traducción que nos ofrece la ed. Destino esté plagada de errores; pero esto tiene solución: o aprendo checo o me hago discípulo de Calímaco. Lo de homosexual por ahora no lo contemplo.

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